Tenía muchas ganas de ir al cine. Muchas. Mi última visita a una sala fue el día 9 de marzo del presente año. Es decir, llevaba ya cinco meses sin ir al cine. Cuando se anunció la reapertura de salas en mi ciudad, tuve sentimientos encontrados: mi corazón quería salir corriendo y devorarse cualquier cosa que estuviera en cartelera pero, al mismo tiempo, mi cabeza me decía que no, que todavía no era tiempo.

Por puro rigor periodístico, hice a un lado mis hesitaciones: en el staff de TOPCINEMA decidimos hacer un par de salidas al cine. Visitamos sendos complejos de las dos principales cadenas de cine del país para ver de primera mano cómo están funcionando, cuáles son las medidas que efectivamente se están aplicando y si de verdad ofrecen un entorno —o sensación, si así se prefiere— de seguridad al público.

Lo digo con total franqueza: después de haber respetado con mucha disciplina el “quédate en casa” desde el martes 17 de marzo, sentía mucha desconfianza e incomodad frente a la idea de volver a hacer la cosa que más me gusta en el mundo: ir la cine. Había ya leído todos los comunicados y visto todos los videos de las cadenas de cine sobre las medidas que adoptarían los complejos para otorgar un servicio seguro al público. Pero todavía rondaba —y sigue rondando— en mi cabeza la pregunta de si, dadas las circunstancias, el regreso a las salas es prematuro o no.

Al mismo tiempo, me hacía mucho ruido ver otro tipo de establecimientos desbordados, “hasta la madre”, como decimos acá, con comensales o parroquianos sin cubrebocas, sin sana distancia, ante la ceguera (intencional o no) de las autoridades. Pero eso es otro cuento. Revisemos el caso cinematográfico.

¿Es seguro ir al cine? Hablemos de los riesgos

Un experto de Johns Hopkins Medicine, una empresa de salud con sede en Baltimore y que se dedica a entrenar enfermeras en sus unidades de “biocontención”, comentaba en junio en el Miami Herald que el escenario de una sala de cine era menos riesgoso que el de, por ejemplo, uno de esos bares disfrazados de restaurantes en los que la gente se reúne. De acuerdo al experto, en el cine respiramos pasivamente, no hablamos, llevamos máscara y estamos sentados viendo a la misma dirección. Si a esto se le suma la sana distancia, el riesgo de esparcir el coronavirus se reduce.

Con todo, como espectador seguía teniendo mis dudas. No nos engañemos. No hay espacios libres de riesgo. El riesgo “cero” no existe. Decir “menos riesgo” no significa “sin riesgo”: hasta puedes tocar una superficie contaminada en el supermercado y sin querer llevarte “el bicho” a la nariz o la boca… o puedes dejar entrar a casa a ese familiar que “está sano” pero que en realidad es asintomático. Lo que sí hay son escenarios más peligrosos unos que otros.

Una pieza publicada por UC Davis (Universidad de California en Davis), sin embargo, sí reconoce que las salas de cine podrían representar menos riesgo del que pensamos si se cumplen TODAS (dije “todas”) las precauciones y/o recomendaciones oficiales. O incluso más. El cine, según UC Davis, es menos riesgoso que los centros de consumo o los gimnasios, donde incluso la efectividad de las mascarillas es puesta en entredicho.

Los investigadores de UC Davis abordan los siguientes puntos en su artículo para calificar a los cines como espacios de riesgo reducido:

  • La gente no habla durante una película (bueno, con algunas nefastas excepciones)
  • Se debe practicar el distanciamiento social de 2 metros a la redonda del espectador y su acompañante con asientos bloqueados
  • El público está viendo en la misma dirección, hacia la pantalla
  • El público debe seguir al pie de la letra las políticas de seguridad del complejo cinematográfico
  • La capacidad de la sala no debe exceder el 50% del aforo (y esto ya es el límite máximo). Hasta donde sabemos, en México las salas estarían operando entre un 25% y 30% de su capacidad, a lo mucho
  • La programación de horarios debe hacerse con holgura entre función y función para evitar aglomeraciones en el lobby
  • Es recomendable llevar tus propias toallitas desinfectantes para tus manos
  • Si es posible, no usar los sanitarios. Si es inevitable que lo hagas, no entres si hay mucha gente

La experiencia al regresar al cine: Lo que TOPCINEMA observó

Muchas preguntas pasaron por nuestras cabezas antes de planear las dos visitas al cine que llevaron al staff de TOPCINEMA al cine. Y a mí, a la redacción de esta crónica. Por ejemplo, ¿compraríamos nuestros boletos en línea o en taquilla? ¿Ibas a consumir algo en dulcería o no? ¿Era buena idea sentarnos juntos o separados? Asumimos que lo mejor era explorar distintas opciones que nos llevaran a vivir la experiencia de ir al cine de la manera más orgánica posible, como lo haría el gran público. Por otro lado, no le avisamos a nadie que íbamos a hacer este ejercicio. Lo último que queríamos era tener los beneficios del trato de las relaciones públicas para vivir una experiencia “entre soñada”. Esto tenía que ser lo más “neta” posible.

Así que iré describiendo paso a paso cómo salió todo:

La llegada
En ambos casos —fuimos a Cinépolis y a Cinemex— encontramos un protocolo de acceso muy claro: toma de temperatura, desinfección del calzado, gel antibacterial y la revisión de que trajéramos nuestros cubrebocas muy bien puestos.

La taquilla y los boletos
En taquilla encontramos solamente dos cajas en operación, muy distantes la una de la otra. En el piso, había mucha señalización que marcaba no solo la ruta para formarse, sino también la sana distancia que debe respetarse. Las taquillas tenían una hoja de acrílico gruesa para separar al cajero del espectador. Cuando nos cobraron, no hubo contacto alguno. Probamos hacerlo con efectivo y, al menos en Cinépolis, nos ofrecieron una charola para colocar los billetes y para darnos el cambio. Quienes nos atendieron llevaban guantes, careta y cubrebocas.

En el caso del complejo Cinépolis al que asistimos, desde la misma taquilla nos hicieron el corte de boletos. En Cinemex, la recepción de boletos fue la entrada a la zona de salas, sin ningún cuello de botella.

De cualquier modo, no está de más recordarte que la recomendación es que compres tus boletos desde el móvil o la computadora antes de llegar a las salas.

La dulcería
Al llegar a la dulcería, en ambos casos nos encontramos otra vez con láminas de acrílico entre nosotros y la persona que nos atendió. Nuevamente, fuimos atendidos sin contacto. En el caso de Cinépolis, las charolas están ahora fuera del alcance del público: tienes que solicitarla si deseas usar una. Creo que nunca había visto una charola tan limpia como esa, en serio. Mientras tanto, en Cinemex no hay charolas disponibles. Tienes que llevar tus palomitas y refrescos en la mano, cosa que evita que tengas contacto con una charola que alguien más haya podido haber usado y tocado.

Como dato curioso, nos sirvieron refrescos de botella tanto en Cinépolis como en Cinemex. Parece que todavía no les distribuían los insumos para las máquinas de refresco. Aclaro que esto podría haber cambiado al día de hoy, cuando lees esta pieza editorial.

En ambas dulcerías, el personal llevaba careta, cubrebocas y guantes. Empero, tal vez de momento lo mejor sería que como espectadores pasáramos de largo la dulcería, porque comer palomitas implica bajarte el cubrebocas durante la función.

Dentro de la sala
Encontramos las salas muy limpias, como de costumbre. Lo que llamó la atención fue el bloqueo de asientos, hecho con mucha claridad. Las butacas que no pueden usarse están encintadas. Los precintos amarillos son muy evidentes.

En uno de los complejos tuvimos función privada: eramos las únicas personas en la sala. En el otro, había en total 7 espectadores, todos ellos muy, muy lejos de nosotros. La distancia se notaba porque estábamos en una sala de 154 butacas. Es decir, el aforo estaba a menos del 5% de su capacidad.

Cabe señalar que, según nuestros informantes, esto que vivimos no es raro: durante los primeros días de operación, algunas salas de Guadalajara con “mucha” clientela llegaron a recibir entre 60 y 300 clientes por día. ¿Qué significa esto? Si un complejo recibiera 300 espectadores en una jornada, eso en promedio sería como 15 personas por función. Imagínate esto si te tocase ver una película en una sala con 200 butacas o más y solo otros 12 o 14 acompañantes.

Principio y fin de la función
En el caso de Cinépolis, antes de la función hubo en pantalla indicaciones, recomendaciones e información sobre las políticas de seguridad implementadas por el cine. Además, al final de la película, cuando empezaron a correr los créditos, la proyección se interrumpió para mostrarnos un clip que nos pedía permanecer en nuestros lugares para que los empleados del cine pudieran darnos instrucciones sobre cómo abandonar la sala, evitando así que los espectadores coincidiéramos en los pasillos de salida. Por el contrario, en Cinemex no se nos dio ninguna indicación adicional ni al iniciar ni al terminar la función. Pero recordemos que estábamos completamente solos ahí, no había más público.

Los sanitarios
No puedo hablar sobre el baño de damas, pero en el baño de los hombres hay mingitorios bloqueados para privilegiar la sana distancia. Lo mismo ocurre con los espacios para lavarse las manos.

Días y horarios de operación
Los dos cines a los que asistimos, por estas en centros comerciales, solamente están programando funciones de lunes a viernes. Toma en cuenta que la frecuencia de proyección en cada sala es poca porque los horarios están espaciados.


Conclusiones

No, la experiencia no fue mala. Incluso fue agradable volver al cine. Mentiría si dijera que en algún momento me sentí inseguro o en una situación de riesgo desmesurado. Pero reconozco que ayudó mucho el hecho de que el cine estuviera tan solo. ¿Cambiará el escenario cuando la gente empiece a animarse a ir a las salas? Es muy probable.

Respecto a las medidas, lo que puedo decir es que, al menos desde lo que es visible para el espectador, se están cumpliendo todos los lineamientos que las empresas cinematográficas nos han prometido, sin excepción. Da la impresión de que el trabajo se está haciendo con mucho cuidado. El respeto por los protocolos es evidente.

Pero, ojo, este no es un llamado a que salgas cual caballo desbocado al cine. Del mismo modo, este texto tampoco tiene como objetivo ofrecer un discurso aleccionador. En todo caso, la pieza que estás leyendo es una crónica de cómo viví mi regreso al cine cuando apenas habían pasado 72 horas de la reapertura. En este punto, creo que es de suma importancia que entendamos que sí, es cierto que hay que reactivar la economía y es cierto que necesitamos recuperar los actos sociales que hacen bonita nuestra vida, pero también hay que analizar con cabeza fría el entorno, la realidad y la evolución de la pandemia.

El cine está abierto. Hay una industria que necesita volver a sentir la electricidad que se desprende de las emociones del público con cada historia que se proyecta en la pantalla. Del mismo modo, hay un acto social que reclama ser retomado. Se está trabajando con cuidado desde dentro de las salas para el público. Pero la decisión está de tu lado. Mira tu alrededor, mira tu ciudad, tu vecindario, mira las cifras, estudia la evolución de la enfermedad… y entonces toma tu decisión, pensando en ti y en todos. Al menos en el cine, están haciendo su chamba.


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