★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Trolls 2: World Tour es una experiencia audiovisual de brillantina, color, azúcar, destellos, peinados disparatados y música pop. Pura música pop. La película, que en su trama dice aventurarse por seis géneros distintos, le impone un tratamiento popero al rock, al funk, al country, al techno y hasta a la música clásica por igual. No, la película no es tan convincente al cargarse la bandera de la diversidad musical. Lo que sí puede presumir es una sobrecarga melódico-visual capaz de hechizar a cualquier niño. Es un caramelo para los ojos y los oídos que te pega de inmediato con su sugar rush. Te causa caries audiovisual, pero ése es el precio a pagar por bailar y reírte con el regreso de estos personajes.


En Trolls 2: World Tour nos reencontramos con Poppy y Ramón, protagonistas de la primera cinta, quienes viven “felices” en su mundo de música pop, colores chillantes y atmósferas kitsch. Pongo “felices” entre comillas porque Ramón es todavía un amarguetas reticente que, además de todo, no se atreve a decirle a Poppy lo que siente por ella. ¡Drama! La histeria troll se dispara aún más cuando Poppy descubre que la música pop no es lo único que hay en el mundo. Hay otros géneros y trolles distintos a ella.

Mientras tanto, pronto se nos revela que Barb, la reina del rock, tiene planeada una “gira mundial” en la que visitará todas las tierras musicales del mundo de los trolls para imponer la hegemonía rockera. En este punto y tras algunos números musicales híper cursis, uno no puede evitar sentir por momentos que la mala del cuento debería ganar. Lo siento, creo que no puedo con el egocentrismo y miopía emocional de Poppy, intoxicada de un optimismo y una felicidad imposibles, impostadísimos.

A pesar de los desatinos de la protagonista desde el arranque hasta el cierre del filme, o de que toda la música tenga un tratamiento sonoro casi monótono, lo cierto es que Trolls 2: World Tour sí da impulso a una potente moraleja sobre aceptar las diferencias de los demás, sobre la sana coexistencia y la celebración de las singularidades de quienes nos rodean. El estallido de color y música pop puede ser cegador y eclipsar el discurso, pero el mensaje está sembrado por ahí.


A pesar de la estridencia y el fantástico trabajo animado, Trolls 2: World Tour no alcanza los niveles de frescura de su antecesora. El guion de la secuela no es de lo mejor. O quizá no sea un problema de guion sino de montaje. Hay algo que nos hace sentir que vamos arrastrándonos un poco con la historia y sobre un terreno disparejo. Otra cosa que sí que se resiente es que la película no tiene un himno rotundo como la primera parte, que tenía el ‘Can’t stop the feeling’ de Justin Timberlake como bandera musical.

Aprovechando que ya iniciamos con el name dropping, Trolls 2: World Tour cuenta con el trabajo de Belinda, Benny Ibarra y Maria José como los personajes principales en la versión local de la película. El doblaje es bastante bueno.

María José logra algo muy interesante: conocida como una consagrada estrella del pop nacional, la cantante logra invisibilizarse y crear a la “malvada” Barb sin que se asome su persona pública real. Maria José le abre así camino a Barb para que sea el personaje animado quien privilegie su estadía en pantalla. El caso de Benny Ibarra es también particular: en este punto y tras tantos años en el negocio, ya tenemos más que claro que Benny es un entertainer integral. Incluso si ha construido su carrera como cantautor como frente de ataque, a Benny lo hemos visto actuar, hacer doblaje y otras actividades del negocio del entretenimiento con mucha soltura. Por último, la situación con Belinda es rara: por una parte, se ha apropiado totalmente del personaje de Poppy. Es suyo, no hay más. Sin embargo, sí hay momentos en la película donde alcanzamos a escuchar a Belinda en vez de a Poppy. ¿Le gana la emoción a Belinda cuando está en el estudio de doblaje o es que actriz y troll se han amalgamado ya de tal manera que es imposible separarlas cuando se reencuentran?

Trolls 2: World Tour brilla como una ‘discoesfera’ que hipnotizará a los más pequeños desde su primera nota, es cierto. Pero es una cinta efectista, que apuesta más por deslumbrarnos con su plástica que atraparnos con su mensaje.