Perú es el país invitado del Festival Internacional de Cine en Guadalajara este año. Y el FICG 35 ha hecho lo justo: el certamen eligió al cineasta Francisco J. Lombardi como homenajeado internacional. El realizador es uno de los nombres de referencia dentro del cine peruano contemporáneo: su trabajo ha sido sustantivo para construir el acervo que le da forma a la cinematografía del país andino hoy. De ahí que el premio de Lombardi no solo se sienta como un merecido homenaje, sino también como la designación de una suerte de embajador peruano que llega a Guadalajara abanderando a una delegación de cineastas prometedores.

En virtud del homenaje a Francisco J. Lombardi, en TOPCINEMA buscamos al cineasta para tener una charla a profundidad sobre su cine y el cine peruano, sobre creación y sensibilidad, sobre el trabajo de dirección. El cineasta tiene en su haber piezas de renombre como La ciudad y los perros (1985), Bajo la piel (1996), No se lo digas a nadie (1998), Pantaleón y las visitadoras (1999), Tinta roja (2000) y Ojos que no ven (2003), entre otras piezas inexorablemente asociadas a la evolución del cine en el Perú.

Este no es el primer homenaje que recibes. Para no ir más lejos, el año pasado te hicieron uno en Huelva. Pero ¿qué representa un homenaje como éste justo cuando el cine peruano es el invitado de honor en Guadalajara?

Es bonito y muy interesante. Yo a Guadalajara solamente había venido una vez. Es curioso, porque hay festivales donde en el pasado he presentado cinco o seis películas a lo largo de mi carrera, como en San Sebastián, donde he sido uno de los directores latinoamericanos que más películas ha llevado. Ahí ganaron premios varias cintas mías como La ciudad de los perros, La boca del lobo, Bajo la piel o Tinta roja. Sin embargo, a Guadalajara solo he venido con Ojos que no ven.

[Este homenaje] tiene especial significado porque no siento que sea un reconocimiento a mi trabajo personal, sino que viene acompañado de un reconocimiento al buen momento del cine peruano, algo que hace 10 o 15 años era inimaginable, algo notable en un país que no tiene una historia cinematográfica ni una industria. Cuando hice mi primera película no había una tradición fílmica, era prácticamente inexistente. Que Guadalajara invite a Perú es uno de los más grandes y más bonitos reconocimientos al cine peruano.

En Perú lo que ha pasado son dos cosas, principalmente: la creación de un Ministerio de Cultura que empuja la realización y la producción; y la llegada de las nuevas tecnologías que hacen posible que los chicos puedan hacer películas de manera más accesible que antes. Junto a esto ha venido la aparición de un nuevo público, algo que tiene sus contrastes.

Has visto el proceso de evolución del cine peruano, ¿cuál es el principal interés de los cineastas actuales de tu país? ¿Has podido detectarlo?

Siento que fundamentalmente estamos haciendo un cine que mira mucho al ombligo. Esa es una idea, una mirada que está muy vigente, la idea de la película personal o particular. Es un cine que puede tener dificultades para llegar a las salas de cine. Y luego están también otras cintas como La Bronca, que está acá en Guadalajara, una película peruana que ocurre en Canadá, pero créeme que es muy peruana. Es una película que habla u ofrece una lectura de cosas que están pasando en Perú.

Pero eso es lo que veo, películas que hablan sobre el país o películas personales con potencial ampliable. Hay también muchas películas peruanas que se están saliendo de Lima, que hablan sobre el mundo andino.

Ocurre con las historia de tus películas que tienen una voz y una identidad muy peruanas pero, al mismo tiempo, han alcanzado cierta universalidad, han podido ser vistas en muchos lugares del mundo e impactar a mucha gente, peruana o no. ¿Por qué crees que sucede esto con tu cine?

Creo que al ser películas que logran introducirse de formas muy verdaderas en sus personajes y sus situaciones, consiguen expresar cosas del ser humano en general. Eso se debe a la manera en la que van contando las cosas particulares del ser humano. Además, creo que es tanta la particularidad que luego resulta que lo que mostramos son cosas que no se ven en otros lugares y eso también despierta el interés.

¿Cómo te interesa a ti trabajar con los actores? ¿Tienes un método de trabajo concreto?

Cuando yo empecé a hacer cine no quería trabajar con actores. Los actores de teatro de Perú en los sesentas y setentas hablaban muy impostados. Yo empecé a trabajar con personas que no eran actores. Pero cuando hice La ciudad de los perros descubrí a Gustavo Bueno, un actor de teatro reconocido que hizo una primera lectura de guion conmigo y me impresionó mucho. Tenía una tremenda naturalidad. Y yo le dije: “¿cómo le haces?” Y me respondió: “yo soy actor, he estudiado para ser actor, tienes que saber en qué medio te estás moviendo”. En este caso, él tenía claro que estaba actuando para cine y me estaba dando una lectura de guion para la cámara con mucha naturalidad.

Yo no he estudiado dirección de actores. Mi formación fue en cine documental en Argentina. No tuve nunca clases de dirección de actores, así que mi metodología es autodidacta y me ha resultado bastante bien. Consiste en entender que la apariencia en el cine es decisiva para lograr una impresión en el espectador. La primera impresión física va a definir la relación con el público. Eso es muy importante para mí. Guapo, feo, gordo, flaco, como sea, pero la aparición a cuadro del actor que has elegido pone en marcha todo. Por eso es que para mí todo empieza en el casting. Por otro lado, siempre he pensado que la mejor forma de sacar lo mejor de un actor es siendo muy paciente, muy amigo del actor. Yo jamás le he pegado un grito a un actor, algo muy común en el cine o en el teatro. A veces creo que hay directores que gozan con las posibilidades del poder que tienen, pero eso es un error: cuando haces eso inhibes al actor, puede que logres sacarle provecho a eso pero me parece innecesario.

¿Tu formación documental te ha heredado tu interés por el naturalismo en la ficción?

Yo reconozco el gran crédito que puede tener el realismo en la época que estamos viviendo. Cuando el realismo en el cine está bien ejecutado tiene un efecto muy fuerte. Se te queda, son las películas que te llevas, te vinculan, te tocan… te quedas pensando en ellas. Yo quiero que mis personajes generen identificación con el público, sin importar si es positivamente o negativamente. Me interesan las películas que pueden entrar por la cabeza pero también por la emoción. El realismo es una buena herramienta para lograr esto.