Los días más oscuros de nosotras es la opera prima de Astrid Rondero. En la cinta, vemos a una mujer —Ana— volver a Tijuana tras una muy larga y premeditada ausencia. El retorno detonará los recuerdos. Y los recuerdos la llevarán a tener que mirar de frente sus heridas abiertas.

Ana es interpretada con mucha solvencia por Sophie Alexander-Katz. Su personaje rebota entre la parquedad y las emociones abrumadoras. En ese sentido, el emplazamiento que Rondero elige como directora es sutil, contenido… al menos hasta que alcanzamos los puntos de inflexión del relato.

En TOPCINEMA charlamos con Rondero sobre la manera en que está hilvanada su película de principio a fin, las atmósferas del cine, la forma en que la violencia de género impregna al relato; todo esto, de cara al estreno del filme en salas comerciales.

La apertura y el cierre de la película tienen un diseño interesante, como si conociéramos y despidiéramos al personaje con dos imágenes equivalentes, pero tras un recorrido transformativo. ¿Cómo fue que trazaste la ruta emocional de Ana, tu personaje principal? ¿El arco del personaje siempre tuvo muy marcado su principio y su final?

Desde el principio supe que quería contar la historia de alguien que regresaba a un lugar del pasado para cerrar algún asunto y poder continuar con su vida. Para mí era importante mostrar la llegada y la partida del personaje, el cierre de un ciclo, su transformación. También fue muy importante usar el pretexto de la llegada de Ana como un recurso crucial para presentar al personaje, conduciendo por una carretera tan imponente como La Rumorosa. Esto nos ayuda a decir: “este es un viaje que tiene un significado importante para el personaje”.

Cuéntame sobre el scouting. Las atmósferas y espacios de la película, sus puntos geográficos, nutren bastante el trayecto del personaje principal.

Qué padre que lo notes. Además, fue algo muy curioso porque ocurrió un poquito al revés de lo que normalmente uno hace. ¿Por qué? Pues porque normalmente uno escribe y luego busca [las locaciones]. Pero a mí me gusta mejor escribir de los lugares que conozco, eso permite que lo que existe te inspire, que te dejes influenciar por los ánimos de los espacios. Y Tijuana es un lugar con muchos ánimos, que tiene una sensación, un clima que te contagia una atmósfera que puede cambiar tu percepción y emociones.

La única locación que sí implicó un trabajo muy fuerte de scouting fue la construcción, el lugar donde Ana trabaja. Fue una suerte encontrar ese lugar en Rosarito, una obra que quedó parada por la inseguridad, trágicamente. El ver esa obra a medias contribuye dándonos una sensación de algo inacabado, truncado.

Hablando de esto, estamos frente a una cinta con pinceladas naturalistas. ¿Qué te inspiró para encontrar el tono de tu largometraje?

Quería contar una historia interior del personaje. Pero en su historia personal infiere mucho la realidad. Creo que eso hace que la película, tras su estreno en festivales y tras una ruta muy larga, se sigue sintiendo actual. Eso tiene que ver con la violencia de género, que sigue sucediendo. Para mí era importante tener presentes los elementos de la realidad para así poder contar la experiencia del personaje de una forma muy cerca a la primera persona. Sin embargo, sí hay momentos donde salimos de la realidad para poder entrar en la psique y emociones del personaje. Pero para hacer esa transición, para poder vivir la película como espectador, sí era importante que el punto de anclaje fuera realista.

Ahora que mencionas “esos momentos” en los que la película nos lleva a salir de la realidad, fíjate que sí que reparé en ellos cuando veía la película. Creo que le aportan una dimensionalidad interesante al relato.

Me encanta eso del cine, ¿sabes? El cine puede contarnos el mundo de una forma muy realista y al mismo tiene esa cualidad misteriosa y única que comparte con los sueños, con la memoria; una mezcla entre el presente y el pasado, la realidad y los deseos, los sueños. Me emociona como cineasta tener esa ambivalencia, poder contar lo que se ve, pero también lo que se siente, lo que uno anhela.