La niñez, la muerte, la violencia sistematizada, la paternidad y un balón de futbol son algunos de los ingredientes con los que trabaja ESTACIÓN CATORCE, el drama apostillado por la cineasta Diana Cardozo, quien firma un largometraje interesante y de puesta en cámara agradable, aunque con algunos bordes a medio lijar.

Es una mañana común en la primaria de un pequeño pueblo. Dolorosamente, la normalidad incluye la evacuación de los niños ante el inminente asalto de un comando armado. La violencia ha permeado y el miedo es una emoción cotidiana. La muerte llama a la puerta con ametralladoras. La jornada de violencia deja como saldo un par de muertos, una casa en llamas y una oleada de rapiña en el hogar de los asesinados. Todo ante la mirada del pequeño Luis, un niño de siete años que acompaña a su padre al saqueo.

El concepto de ESTACIÓN CATORCE me gustó bastante. La película es pertinente, las proporciones del relato son pequeñas pero no menores. La trama que coquetea con el coming of age hace un retrato de la infancia que la realizadora articula a través de dicotomías como la vida y la muerte, la inocencia y la violencia.

Dicho esto, el mosaico temático de ESTACIÓN CATORCE es potente: más allá de la ya citada violencia y su letalidad, en el filme se asoman la adversidad, la pobreza, las mentiras del mundo de los adultos desde la mirada infantil, la pérdida de la inocencia, el descubrimiento de la mortalidad, la curiosidad tanática y hasta el primer encontronazo con la injusticia.

Lo anterior se vierte en un contenedor tan natural como el de la relación de un niño con su padre. El tejido está hilado por las fibras que cada cual aporta: puede ser amor, admiración, las promesas, frustración, desencanto… todo ello somatizado en un balón de futbol. En ese sentido, me parece que también hay un intento de radiografía de lo masculino en lo filial y lo paternal.

Tremendos tópicos, ¿no? Pero equilibrar cantidad y calidad no es tarea simple. El problema de ESTACIÓN CATORCE es —creo yo— que la película nos deja colgados con muchos de esos temas que trata de explorar. Intenta abarcar mucho y pues… ya lo dice el lugar común: «el que mucho abarca, poco aprieta».

Esto provoca que la cinta se convierta en un escaparate de temas importantes pero no nos da la chispa necesaria para encender la mecha de la reflexión. Si su mosaico temático hubiera sido más compacto y específico, la película hubiera crecido en contundencia.

Con todo, ESTACIÓN CATORCE es una pieza con argumentos suficientes para ser vista. Las historias de la infancia en realidades feroces como la que vemos en la película se tienen que contar. Y compartir.


ESTACIÓN CATORCE es dirigida por Diana Cardozo y es selección oficial del 19° FICM.

Lee nuestra cobertura del Festival Internacional de cine de Morelia aquí.


Una crítica de Arturo Garibay para TOPCINEMA | COBERTURA ESPECIAL
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