★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

En un futuro distópico, una astronauta llamanda Blake (Nora Arnezeder) llega a la Tierra desde una lejana colonia espacial. Su misión es comprobar si nuestro planeta marchito es nuevamente habitable y si es posible que el ser humano se reproduzca en él. Lo que encontrará es un puñado de sobrevivientes y, tal vez, una remota esperanza en ÉXODO: LA ÚLTIMA MAREA. La coproducción alemana-suiza hablada en inglés es una pieza de género con ambiciones, un filme de ciencia ficción donde la plástica y la narrativa buscan el protagonismo.

Escrita y dirigida por Tim Fehlbaum (Hell, 2011) y con la producción ejecutiva de Roland Emmerich (Día de la Independencia, 1996), ÉXODO: LA ÚLTIMA MAREA explora la debacle de la especie humana, la lucha por la supervivencia y el papel de la ética ante el deseo de sobrevivir. Así como en WATERWORLD (1995), las películas de las sagas MAD MAX y EL PLANETA DE LOS SIMIOS —y hasta WALL-E (2008)—, en la pieza de Fehlbaum encontramos a la humanidad afrontando una crisis definitiva. Conceptualmente, la película ha colocado su corazón en el lugar correcto. Nosotros mismos, en el día a día, vamos acercándonos al umbral del “acabose”. Pero ni las alarmas ambientales ni las alarmas bélicas parecen despertarnos.

El problema de ÉXODO no es de intenciones, claro que no. Los malestares del filme están en el guion: la película, que inicia de manera reflexiva y explorando las consecuencias emocionales de la vida en el post-apocalipsis, se desbarata en su último acto. La segunda mitad del filme no está —ni en drama ni en identidad— a la altura del tono que se establece al inicio. Los realizadores han apostado por una salida convencional, un desenlace tibio. La semilla revolucionaria del inicio se convierte en un “que Dios nos agarre confesados” y en un “todo es culpa del malo” cuando, en realidad, la culpa y la esperanza son compartidas por la colectividad. Nos lo dicen en el arranque y nos lo incumplen en la despedida.

Empero, ÉXODO no deja de ser una película que endulza las pupilas. El trabajo visual es lo mejor del filme. La cinefotografía de Markus Förderer (Alerta Roja, 2021) es un deleite. El artista de la lente afronta retos estéticos interesantes al filmar superficies acuosas, así como al ejecutar grandes planos generales en donde conviven lo desértico y lo pantanoso. La cámara hace la máxima contribución y crea una atmósfera inmersiva. Förderer asume su trabajo con éxito, porque cada toma nos hace preguntarnos si ése es un mundo estéril o no.

Lo mismo podemos decir para el diseñador de producción Julian R. Wagner y la dupla de la dirección de arte, Daniel Chour y Robert Reblin. La triada define una plástica convincente, que puede parecer más sencilla cuando la comparas con el maximalismo natural de la ciencia ficción hollywoodense; empero, ÉXODO nos muestra que lo que se necesitan son elementos muy puntuales para crear la sensación de distopía absoluta: baste con yuxtaponer lo tecnológico y lo “primitivo”; lo humano y lo metálico. Súmale a esto la partitura y el diseño sonoro, y lo que recibes es una película sci-fi muy pulida en lo técnico.

ÉXODO: LA ÚLTIMA MAREA es, por tanto, una pieza de claroscuros. Los estetas van a pasarlo bomba porque es un caramelo visual del fin del mundo. Su preciosismo, afortunadamente, ha sido puesto al servicio del relato. Lástima que sea la trama la que se va deshilando de a poco, aunque no hasta el grado de hacer el filme intolerable. Solo que no te extrañe si sientes que te ha quedado algo a deber.


ÉXODO: LA ÚLTIMA MAREA es un estreno de Imagem Filmes.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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