Llegaron de Damasco y Líbano hace poco más de cien años y se asentaron en la Ciudad de México. El documental El Tercer Espacio cuenta la historia del primer siglo de la comunidad judía Monte Sinaí en nuestro país. En una nueva tierra y con nuevos retos, este grupo de judíos han surcado sus propias batallas al confrontarse con su identidad, con su sentido de lugar, con su pertenencia, con su integración a su geografía social… pero, ante todo, parece que han sabido permanecer unidos.

Sin embargo, para conocerlos a fondo tienes que echar un ojo al largometraje dirigido por Nejemye Tenenbaum, una proeza en la medida que consigue adentrarse en una comunidad tradicionalmente hermética. De ahí que el documento audiovisual que nos compete adquiera su valor humano y emocional, antropológico también, porque permite a una comunidad observarse en el espejo del cine y al resto nos invita a entrar a un terreno pocas veces explorado.

En TOPCINEMA charlamos con el director Nejemye Tenenbaum sobre su documental. “La idea de esta película surge a partir de que en 2012 se cumplieron los primeros 100 años de la comunidad judía Monte Sinaí en México. Me pareció una idea interesante, pero al mismo tiempo pensé que era posible aprovechar el momento para hacer un retrato y una reflexión de lo que es la comunidad, hasta dónde ha llegado: con sus pros y sus contras”, comenta el realizador sobre esta producción que ya está disponible en línea.

En este documental vemos ciertamente un retrato sobre raíces y orígenes, pero también sobre la transformación del sentido de pertenencia. Hay un personaje muy joven que prácticamente dice: “a mí no me interesa saber nada de Siria”.

Nuestra idea original era retratar a la comunidad de manera heterogénea, en el sentido de que hay una identidad compartida pero también personas con sus propios matices e ideas sobre la vida. Entre esos personajes quería encontrar a una niña de un hogar disfuncional, que es algo muy representativo de la vida en general. Eso no es exclusivo de ninguna comunidad. Nunca me imaginé que esa entrevista iba a darnos un punto de vista así. Yo pensé que su charla iba a girar en torno a la familia. Cuando en la entrevista mostraba cierto desinterés por Siria o la comunidad, pensé que la entrevista estaba siendo un fracaso. Pero fue todo lo contrario, nos revelaba un aspecto generacional –no solo de corte judío, de todas las comunidades– sobre el desapego a la herencia de la identidad. Es muy extremo el cambio de postura entre la primera generación y la cuarta o quinta generación.

Lo interesante es que ese mismo personaje, hacia el final del documental, dice que le gusta su religión y que le gusta ser judía. Se logra un contraste muy interesante entre el discurso de los personajes y todo el trabajo de imagen que tiene la cinta.

Hay un desarraigo a ciertos valores y ciertos aspectos de la identidad. Y hay en esas generaciones jóvenes una atracción hacia lo material. Pero al mismo tiempo hay algo que germina en ellos que los hace voltear hacia su fe, su religión, lo que implica ser un judío ortodoxo. Esta generación joven puede sentir que la comunidad general puede ser hasta amenazante. Es un contraste raro.

Sobre la imagen, creo que hay que charlar sobre el material de archivo. Queríamos hacer una pieza moderna, donde hubiera más que una voz en off. La mezcla del material de archivo y del material que grabamos era nuestra herramienta para que la película se sintiera fresca. Hay un rebote del pasado al presente, editar esto fue un reto enorme. El material de archivo lo conseguimos en varios lugares: en Washington, en la Fimoteca de la UNAM, en Israel.

Durante el rodaje de la película, ¿se transformaron tus temas regentes o las cosas que te interesaba retratar?

Es una pregunta compleja, con varias aristas. Creo que lo más importante fue, de arranque, tener una premisa muy concreta. Sabía que teníamos que tener definida la película en un par de frases para no perder la mira de hacia dónde íbamos. Queríamos retratar temas universales dentro de una comunidad muy específica. Hablamos de México, del desempleo, la desintegración familiares, la relación entre generaciones… Al final todos, judíos o no, pueden conectar con este documental porque habla de cosas con las que podemos identificarnos como seres humanos. Así de simple.

Disfruta ya de El Tercer Espacio en línea aquí.

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