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Por Arturo Garibay

Jean Seberg es principalmente reconocida como la actriz principal de Sin Aliento (À bout de souffle) de Jean Luc Gorard. Esto la convirtió en un rostro totémico del cine francés, aunque en su paso por Hollywood llegó protagonizar películas junto a Clint Eastwood, Burt Lancaster, George Peppard, Dean Martin e, incluso, Pedro Armendáriz Jr. Pero no solo las cámaras de cine se obsesionaron con ella, también lo hizo el FBI de la funesta administración Hoover.

Vigilando a Jean Seberg es la película dirigida por Benedict Andrews y protagonizada por Kristen Stewart que cuenta la historia de los años en que Seberg fue acosada por el Buró de Investigaciones de los Estados Unidos debido a la relación que se forjó entre la actriz y un importante activista de los derechos civiles, así como su apoyo al partido Pantera Negra. Que una figura pública como ella apoyara la causa afroamericana no fue del agrado del FBI, iniciando una encarnizada cruzada por desacreditarla públicamente. La actriz fue acechada por el FBI con una fijación que uno pensaría que es exclusiva de los paparazzi de las revistas del corazón.

Stewart es la persona correcta para empezar a hablar sobre Vigilando a Jean Seberg pues ella carga sobre sus hombros con el peso de la película. Y lo hace con bastante dignidad. Su trabajo es sobrio y elegante, cosa que se alinea bastante bien con el tono y personalidad audiovisual de la película. Más que una cinta de aspavientos o una biopic de plantilla, Andrews propone abordar el reto del cine biográfico utilizando pinceladas de thriller. La fórmula funciona para crearle a Stewart un espacio creativo donde trabajar. Su creación de esta Seberg para la ficción de Andrews es precisa y clara, interpretativamente hablando.

El resto del elenco también se entrega a su trabajo con bastante dignidad, desde Vince Vaughn que articula al personaje más despreciable de la cinta hasta Jack O’Connell que le da piel a la voz de la conciencia dentro del relato, el personaje que se va formulando preguntas sobre la repugnancia de convertir en público lo privado del otro por pura perversidad.

Si bien la película funciona en tono y actuaciones, si bien esa mancuerna se ejerce con bastante coherencia en pantalla, Vigilando a Jean Seberg también tiene sus “asegunes”. Primero, hay algo en la estructura del filme que no funciona del todo. A mí no me sucedió, pero veo posible que haya espectadores que, aunque solo sea por instantes, puedan llegar a desprenderse del relato en ciertos momentos. Cuesta por momentos exprimir del todo el propósito de ciertas escenas que arrancan y terminan sin que sepamos a ciencia cierta qué nos han dado o si solo han sido reiterativas.

Por otro lado, la cinta arranca con el planteamiento de una Seberg que llega de Europa a América para el rodaje de una película y de ahí se detona el romance prohibido que la colocará como objeto de escrutinio. Anthony Mackie hace el papel del interés romántico y prohibido de la actriz. Sin embargo, desaparece del relato tal y como llegó. Su vínculo con el conflicto matriz del relato aparece y desaparece casi caprichosamente. ¿Pasó algo en la mesa de edición o el personaje está ligeramente “sub-escrito”?

Finalmente, más allá de estos detalles que bien podrían ser indoloros para el espectador gracias a lo interesante del relato, el aspecto que creo del que más puede adolecer la película es de cierta carga de superficialidad. Si bien uno cae en las redes de Andrews y Stewart, y se deja llevar por la historia con facilidad, la verdad es que al encenderse las luces que un poco la sensación de si la película no se quedó solo en la superficie del tema que aborda. Yo tengo un poco esa sensación: de que la película, pensada desde la verdad, desde la privacidad, desde el voyeurismo, desde la lucha por los derechos civiles… vaya, desde sus temas regentes, adopta una posición un tanto ligera cuando pudo haber clavado los dientes a profundidad. No lo sé. Igual y no era ese el objetivo del director ni de los guionistas Anna Waterhouse y Joe Shrapnel. Pero creo que esto es algo que resultaría interesante poder platicar con otros espectadores.

Donde la película no falla es en su trabajo visual. Es una película muy bonita y elegante. La directora de fotografía Rachel Morrison (Mudbound) nos vuelve a mostrar su pericia con la cámara. La mirada de Morrison hace que la cámara cree una relación muy poderosa con el personaje de Kristen Stewart, hace que nos resulte imposible quitarle los ojos de encima. Algo similar ocurre con el impecable y magnífico trabajo de vestuario de Michael Wilkinson (American Hustle), que le da a la cinta mucho glamour. Estos dos elementos de la plástica de Vigilando a Jean Seberg, aunado a las actuaciones, son los que más suman al exitoso tono e identidad atmosférica de la película de Benedict Andrews.

Vigilando a Jean Seberg es una pieza bastante interesante. Su belleza visual y el icónica figura de Seberg hacen una mancuerna con los argumentos suficientes para seducir al espectador que afín con el cine de autor o con los relatos biográficos que toman giros intrigantes.


Vigilando a Jean Seberg ya se encuentra en cines.
Un estreno de Cine Caníbal.
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