Sombra (Juan Ugarte) es un seductor profesional y cree conocer todas las claves y trucos posibles para hacer que las mujeres caigan a sus pies. Pero no siempre fue así. Tiempo atrás, Sombra se llamaba Raúl. Al intentar pedirle matrimonio a su novia sufrió una humillante decepción amorosa que lo convirtió en un fenómeno viral de internet: #LordFriendzone. Fue eso lo que lo llevó a reinventarse. Ahora, Sombra se dedica a tomar bajo su manto a otros tipos desafortunados y atolondrados para convertirlos en conquistadores expertos.
Esta es la trama de Escuela para seductores, una comedia mexicana que ya se encuentra en salas de cine y que ha llevado a Giovanna Zacarías de nuevo a la silla del director tras el cortometraje Ramona de 2014, con el cual ganó el premio Ariel. Zacarías es una actriz de carrera comprobada en el cine: su filmografía incluye títulos como De la infancia de Carlos Carrera, Di Di Hollywodd de Bigas Luna o la reciente Sonora de Alejandro Springall.
En TOPCINEMA conversamos con Giovanna Zacarías sobre su primer largometraje como directora, la comedia y el trabajo con otros actores pero asumiendo el rol de realizadora. Esto fue lo que nos contó.
¿Cómo es la experiencia de dirigir a otros actores luego de que ya has consolidado una gran trayectoria como actriz, que conoces tan bien cómo se vive el acto creativo desde el otro lado de la trinchera?
Hace unos años pensaba que los únicos héroes de las producciones eran los integrantes del equipo técnico. Es curioso, pero creo que al pasar detrás de la cámara he podido revalorar el trabajo heroico que también hacen los actores. Me he dado cuenta de lo generosos que son. Cuando cuentas con un buena actor, te va a dar lo que quieras, va a estar ahí, va a construir junto contigo un personaje que parte de tu imaginación pero que ellos traen a la vida. Descubrí que los actores son una cosa maravillosa.
Dirigiendo me di cuenta que como actor es imposible que engañes al otro actor. Me refiero a la construcción del sentir. A un actor no le puedes fingir una interpretación, por decirlo de alguna manera. Creo que también por eso yo podía llegar a ser más exigente con mi elenco, porque sabía perfectamente cuando estaban en la escena y cuando no. O cuando no estudiaron. Creo que los actores son la parte mágica de la película. Estoy feliz de haber elegido a actores capaces de hacer personajes, en vez de tener a famosos a los que parece que les pasan cosas en la pantalla. Necesitaba crear personajes y pude tener a los actores para eso.
¿Cómo fue elegir casting adecuado para el tipo de comedia que querían hacer?
Tuve la suerte de poder hacer el casting yo directamente. Me ayudó Natalia Beristáin, pero yo me paraba en los castings para hacerles las pruebas, leerles las líneas. Ahí me podía dar cuenta del rango de cada actor que llegaba, cuánto habían estudiado.
Respecto a la comedia que quería lograr, traté de dirigirla muy en serio. No quería hacer nada de «chistosadas», las situaciones son las que dan el rollo cómico de la película. La situación es la propuesta en el guion. Hacerse los chistosos no iba a ayudar. Así que lo abordé de forma muy realista, de ahí parte esta comedia.
Una comedia no la hace tanto el actor en el sentido de que cuando tienes un buen guion no necesitas hacerte el gracioso para que el público se ría o se identifique contigo. Eso va a suceder desde lo más básico, desde los más cercano y lo más natural. Lo más auténtico. Además de las situaciones que llevan toda la carga cómica, otra cosa que me gusta es que el actor aprenda a reírse de su tragedia, ahí es como llega la comedia. Tienes que reírte de tus defectos y de los defectos del personaje.
Muchos piensan a la comedia como algo trivial, ligero. Yo continuamente pienso en que la comedia tiene una carga fuertísima de verdad, que espejea de manera muy contundente al ser humano. ¿Coincides con esta idea?
La comedia tiene la capacidad de hacer eso, sin duda. La comedia es un vehículo para acentuar rasgos, magnificar características humanas, impactar con críticas más amplias. Los conflictos y detalles del personaje suelen estar muy a flor de piel en la comedia. La comedia es un genero donde trabajas con cosas muy evidentes y eso impacta directo.
Cuando llega un guion a tus manos, ¿qué te hace pensar «este material es buen material»?
Para mí todo empieza por ver si los personajes están bien escritos. Si me parece que el personaje me reta, me asusta, me intriga… A veces estás leyendo un guion y te sorprendes. Piensas: «¿cómo pudo hacer esto el personaje?» Creo que es muy interesante cuando estás cuestionando al personaje, cuando te saca de onda… porque ese guion va a tener la capacidad de hacerle exactamente lo mismo al espectador.
Esta situación de dirigir, ¿llegas a ella por la necesidad de poder articular proyectos donde te sientas plena creativamente?
Antes de dirigir Ramona, quería hacer cine para ser «autogestiva», crear proyectos para mí. Pero después de Ramona me di cuenta que no, que lo que buscaba era poder hacer proyectos donde yo pudiera invitar a gente talentosa a que trabajen junto a mí. No descarto la idea de hacerle como la India María o Clint Eastwood: actuar y dirigir al mismo tiempo. Cuando vi a Claudia Sainte-Luce hacerlo pensé «¡la amo, la amo!» Porque ella a tenido los «huevos» de hacer algo que yo no me he atrevido a hacer. Creo que también tomar el reto de dirigir viene de un deseo por saber de qué soy capaz yo.
¿Tener a un actor en la silla de director dispara exponencialmente el factor humano de un relato cinematográfico?
Yo creo que sí lo potencializa totalmente. No creo que se vea igual un actor que está dirigido por alguien que solo es director, a cuando lo dirige un «director-actor». Y mira que también hay directores de actores. Hay actores que hacen películas, pero también hay actores que dirigen actores para las películas. A mí me han tocado pocos directores de actores.
Esto me parece interesante, ¿cuál es tu expectativa cuando estás en el set al momento de articular una relación de trabajo con un director?
No puedo hablar por otros actores, pero de lo que yo me he dado cuenta, como cuando trabajé con Bigas Luna, es que suceden cosas muy interesantes cuando el director te da libertad total para hacer. Me hacía sentir que confiaba plenamente en mí. Muchos directores con los que he disfrutado trabajar me lo han dicho antes: «si me acerco, es porque algo está mal. Si no te digo nada, es porque todo está bien y vamos a la siguiente toma». Tienes que aprender a confiar en ti mismo. Como directora, yo dejo a mis actores proponer, simplemente sé lo que no quiero. Ahí es donde intervengo. Porque pasa que el animal del actor es un animal muy vulnerable, y si no sabes cómo pedirle, lo destruyes y ya no te va a dar nada en el set, a menos que tenga una piel muy gruesa.
Yo confío en lo que el actor me propone. Por algo le llamé. Y me gusta que los directores me hagan saber que confían en mí, que me den alas para volar. Porque cuando el director está bien tenso, te perjudica. La salud, el bienestar y la alegría del set las da el director. Así es. Cuando un actor se siente tenso en el set pero el director le contagia confianza y la alegría del trabajo, entonces estás a medias durante todo el llamado. Cuando sabes que el realizador está ahí para ti, das todo.
Escuela para seductores ya está en cartelera. Un estreno de Videocine.
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