★ ★ ★ ½
Por Arturo Garibay
No, no es una metáfora ni una hipérbole: Daniel Radcliffe es «el joven manos de pistola». En la trama de Guns Akimbo: Manos a las armas, el actor británico hace el papel de Miles, un tipo que es atacado con violencia dentro de su domicilio hasta perder el conocimiento. Al despertar, descubre que le han atornillado un par de pistolas a las manos, cada una con 50 balas. ¿Cómo llegamos a este punto?
Miles es un tipo medio nerd y medio pelele que trabaja en una empresa de juegos para móviles. Tiene una ex novia guapa a la que no puede superar y se dedica a trollear en internet a los fans de un reality show hiperviolento que se ha convertido en un fenómeno masivo. Es precisamente por esto último que Miles termina con sendas pistolas pegadas a las manos y es forzado a participar en el reality. Para sobrevivir, nuestro ingenuo alfeñique deberá asesinar a Nix (Samara Weaving), la más fulminante de las estrellas del show. Para colmo, el escalofriante y enfermizo hombre que está detrás de todo le ha agarrado idea al atolodradísimo Miles.
Dirigida por Jason Lei Howden, Guns Akimbo: Manos a las armas es una producción de TNT Original que podemos ver en salas de cine. Eso se agradece porque la película es una experiencia muy estrambótica en lo visual. Fotografiada por Stefan Ciupek, la película apuesta por un trabajo dinámico sumamente dinámico, impasible. La cámara no para de dar giros, de moverse con el mismo frenesí con el que Miles lucha por sobrevivir. Todo esto es algo que le viene mejor a una pantalla grande que a una pantalla doméstica.
Guns Akimbo es una experiencia de cine de acción estridente contada en clave de comedia cáustica. En la parte plástica, la cinta retoma ciertos aspectos de color y ritmo del cine británico indie, casi con guiños a las primeras cosas que hizo Guy Ritchie en los años 90, pero aterrizado con las posibilidades tecnológicas que dan mucha flexibilidad mecánica y logística a las cámaras de hoy. Además del cine seminal de Ritchie, la película guarda cierto parentesco con la genética audiovisual de películas como Kick-Ass o Scott Pilgrim en cuanto al trabajo del color y de la puesta en escena.
A partir de esto, uno puede llegar a una conclusión adicional: hay una influencia estética innegable en Guns Akimbo y que se revela para quienes alguna vez hemos tomado un control en las manos: la película apela a la identidad visual de los videojuegos. En muchos momentos, la cámara asume vistas subjetivas o planos à la third person que nos recuerdan las experiencias de los shooters que podemos encontrar en las consolas favoritas de los gamers.
Guns Akimbo ofrece una experiencia sangrienta, de violencia excesiva, majadera, hilarante y muy, pero muy absurda. La película raya en lo inverosímil, pero nunca se traiciona en ese sentido. Si acaso exprime más la hipérbole para llegar más lejos, para estirar la liga y ver si acaso se truena, so riesgo de que quien truene sea el espectador.
En fin, es una película para divertirse, para regodearse en lo inverosímil y en el exceso. No hay mesura ni sobriedad en lo que la película ofrece. Con todo, uno no puede dejar de notar que el viaje sí es sobre un camino empedrado, con muchos baches. La película sube de intensidad en arrebatos brutales y luego languidece sin razón aparente. Es una experiencia intermitente en ese sentido. Pero con Guns Akimbo son unas por otras, porque a cambio nos da a un Daniel Radcliffe al que vemos muy fresco, muy suelto, con mucha disposición a hacer locuras, a pasársela bien mientras hace que el público (muy milenial más algunos gen x, a mí parecer) se la pasa bomba en esta cosa de sinsentido consistente.