★ ★ ★ | Por Arturo Garibay
Puede que Organizadora de Bodas, titulada Hasta que la boda nos separe en España, no tenga el título más original en ninguno de los dos litorales del Atlántico. Ni tampoco la ejecución más fresca. Pero lo que sí tiene es encanto. La cinta, dirigida por Dani de la Orden, es una comedia nupcial ligera, agradable, accesible y divertida. En fin, que te da lo que podrías esperar de una comedia nupcial de corte comercial.
Protagonizada por una Belén Cuesta que asume totalmente su rol como fuerza gravitacional del filme, Organizadora de Bodas cuenta la historia de Marina, una mujer que trabaja como wedding planner pero que no cree en el amor. Para ella, el romance no es más que una cosa que se puede capitalizar, porque dos enamorados no van a escatimar al momento de firmar los cheques con tal de que su día especial sea perfecto. Si se trata de usurar con el «sí, acepto», Marina sabe cómo hacerlo, además de que tiene bastante talento para resolver cualquier problema. Bueno, casi cualquier problema: el mundo de Marina sufrirá un revés cuando conozca a Carlos (Alex García), que es uno de los invitados a una boda que Marina está organizando. ¿Será ese encuentro el conato del amor verdadero?
Como hacemos en todo buen banquete de bodas, podemos pensar Organizadora de Bodas como un menú de tres tiempos. Como aperitivo, De la Orden nos sirve un relato zurcido como dobladillo de vestido de novia: lo que vemos es una comedia romántica arquetípica, es cierto, pero bien ejecutada en su nicho, hecha para dejar satisfecho al gran público, sin tela de sobra. Organizadora de Bodas utiliza el hilo del «chico conoce chica» para hilvanar el tejido cómico de la historia, con todo y una tercera en discordia, lo que estructura un triángulo amoroso que, aunque predecible, nos invita a saber cómo podrá desarmarse.
Para el segundo tiempo, lo que el director nos trae a la mesa es la dinámica de la comedia de enredos, con situaciones que van escalando hasta volverse absurdas. Organizadora de Bodas puede usar y abusar del lugar común, pero lo hace en sus propios términos, con gracia. Incluso cuando uno la piensa desde la película francesa en la que está basada (Jour J, 2017), la cinta de De la Orden consigue aterrizar su propia experiencia, y eso se agradece.
Por último, llega el plato principal: Belén Cuesta. Con mucha soltura, la actriz se echa a los hombros el peso de la película, se convierte en el pilar del relato y el resultado es sumamente placentero. Hasta hace que uno decida dejar pasar las caras cargantes de la televisión española más anquilosada que pululan por la película. Su Mariana es convincente, se desenvuelve con un atolondramiento encantador en lo romántico, lo que contrasta con la forma tan capaz que tiene para resolver la logística de bodas. Es difícil no querer recorrer el camino junto a ella, acompañarla a desvelar el amor verdadero en su sentido más cliché.
Porque, hay que decirlo, lo que hay en Organizadora de Bodas (en lo plástico, en la puesta en cámara, en el tono de la dirección de actores) es más bien convencional. El ritmo es el que dicta la fórmula. Pero, insisto, lograr eso con una bajada que no termine en lo chocante es ya un mérito.
Piense usted en esta película como la clase de cosa a la que va con su tórtolo o tórtola o tórtole a comer palomitas, a compartir unos nachos y a pensar que, de verdad, el final rosa sí existe. Y se los dice alguien que resiente mucho la idea del final rosa.
Organizadora de Bodas está en cines mexicanos desde el 10 de septiembre. Un estreno de Dark Side Distribution.
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