Mariana Palova es autora de La Nación de las Bestias, la saga de fantasía que ha ido ganando seguidores fieles y creciendo en el gusto de los lectores. Mientras Palova trabaja en la tercera novela de la saga, hemos podido charlar con ella sobre su experiencia creando un universo fantástico tan completo y consistente con el de sus libros.
«La creación de la primera novela fue muy rápida. La escribí en tres meses. El segundo libro fue mucho más complicado, incluso diría que es el reto más grande de mi carrera artística. El mundo de mi «Nación de las Bestias», aunque es fantástico, convive con cosas reconocibles de nuestro mundo, está conectado y es inspirado por las leyendas y mitologías que conocemos y que han marcado a la humanidad. Ha sido complicado respetar ciertos legados mitológicos y meter mi propio toque mágico», comenta la autora cuya formación plástica ha sido fundamental para apuntalar sus proyectos literarios.
¿Cómo llegaste a la fantasía desde la trinchera de la escritura?
Mis orígenes son como artista plástica. Prácticamente he sido artista toda mi vida. Empecé a hacer arte como a los quince años. Tengo poco tiempo siendo escritora. Mi primera novela la escribí hace apenas tres años. Así de larga es mi carrera en las letras [risas]. Lo que puedo decirte es que todo mi trabajo está influenciado por el misticismo y la diversidad cultural porque son cosas que he estudiado para mis obras plásticas, desde que soy muy joven. Todo lo que encuentras en mi trabajo es muy mitológico, muy fantástico. Siempre me he sentido más cómoda con la fantasía que con la narrativa contemporánea, por ejemplo.
¿Cómo está construido tu acervo fantástico? Te lo pregunto porque me he dado cuenta, charlando con otros escritores, que la literatura o el cine suelen contribuir a la construcción del corpus fantástico de cada autor. ¿Lo tuyo donde tiene su raíz?
Yo descartaría de entrada el cine. No soy buena para ver películas. Siento mucha ansiedad estando más de una hora y media frente a una pantalla [risas]. Mi vínculo más fuerte con la fantasía proviene del arte visual. Desde muy joven me he empapado de la simbología alquímica, del arte ocultista, el arte mitológico; la fantasía entró a mi vida por lo plástico y lo pictórico, por artistas contemporáneas.
¿Te has leído a ti misma? Es decir, una vez publicados ambos libros, ¿has pensado en ponerte del lado del lector y tratar de experimentar tus propias novelas así?
Fíjate que una vez casi lo intenté. Sé que en estos últimos años he crecido mucho como escritora. Me da miedo tomar mi primer libro, experimentarlo como lectora y encontrarle un montón de defectos porque sé que hoy puedo escribir mejor que hace unos años… o eso espero. Sí, me da miedo, pero al mismo tiempo pienso que me gustaría hacer una relectura de mis dos libros porque ya estoy empezando la tercera novela, la tercera parte de esta saga, y creo que leer mis dos novelas puede ser interesante en términos de «agarrar el hilo» con frescura, ¿sabes? Como para tener una nueva visión de la historia en su conjunto. Pero sí, me da un poquito de miedo ser demasiado crítica conmigo misma.
Ya que artísticamente provienes de una tradición muy visual, muy plástica… ¿dirías que así es también tu forma de escribir, que lo que plasmas puede llegar a ser casi, casi tangible?
Creo que mi trabajo literario se basa mucho en la plástica y lo pictórico. Suelo ser muy imaginativa en los momentos descriptivos, principalmente al crear mis criaturas. Muchos lectores me han dicho que sienten que los libros son muy visuales, que podrían ser adaptados a las pantallas. Es más, ahora que lo pienso, a veces me parece que hay gente que puede llegar a tener conflicto al materializar las criaturas que invento. Hay una criatura que a mí me fascina en los libros, está descrita ahí, pero hay lectores que me han dicho «es tan extraño que me cuesta visualizarlo». En este punto diría que mi escritura es bastante visual en todos los sentidos.
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