Ha pasado un lustro desde Uriel y Jade, el cortometraje que llevó a Eduardo Esquivel al pueblo de Mezcala. Ahí encontró una historia sobre identidad que iba a tener secuelas, al menos en su inspiración audiovisual. Aquel corto fue, de un modo u otro, la semilla del que ahora es el primer largometraje de Esquivel y Omar Robles, una prometedora dupla de realizadores.

Las flores de la noche cuenta la historia de cuatro chicxs queer que viven en un pueblo a la vera del lago más grande de México. A través de la lente de Robles y Esquivel seremos testigos de un relato de amistad, identidad y orgullo, de voces que con sus historias se convierten en su propio estandarte de resistencia, de libertad, de juventud y, por encima de todo, de amor.

En TOPCINEMA tuvimos la oportunidad de conversar con los dos directores previo al estreno de Las flores de la noche, largometraje que ha logrado pasar los procesos de selección de los tres festivales de cine más importantes del país: Morelia, Guadalajara y Guanajuato. Será en este último donde se celebre la premiere de esta pieza que, desde nuestra mesa editorial, no hemos dudado en calificar como uno de nuestros documentales más esperados del otoño fílmico.

Cuéntenme un poco sobre la conexión entre Las flores de la noche y el corto de Uriel y Jade. ¿Qué tan fuerte es la relación entre ambos, que tanto tienen qué ver el uno con el otro?

EDUARDO ESQUIVEL: Yo diría que tienen todo qué ver. Uriel y Jade tuvo un proceso en el que se sembró Las flores de la noche, fue el acercamiento que nos permitió en su momento hacer un corto documental. Por ese corto comenzó una relación entre nosotros y la comunidad, con las personas del pueblo, cosa que nos llevó a dejar un cachito de nosotros mismos ahí. Con el tiempo surgió la idea de hacer una nueva película que resulto ser, debido a ello, un nuevo reto personal y profesional.

OMAR ROBLES: Mientras estaban editando Uriel y Jade, nos preguntamos si no habría otra historia que fuera más para un largometraje, si habría un relato que nos permitiera profundizar con otros personajes del lugar, yendo un poco más allá de Uriel, que era el eje del corto que hizo Lalo. En Las flores de la noche todavía vemos a Uriel como un personaje, con una línea argumental importante, pero ahora es una película más bien coral sobre estas chicas queer que viven en un pueblo. Por otro lado, a diferencia de Uriel y Jade, creo que el largometraje trata los temas desde otra perspectiva, de una manera muy divertida, con mucho orgullo, con una declaración del orgullo a la identidad, a diferencia del discurso de Uriel y Jade, que era un relato de cierto modo más atormentado.

EE: En Las flores de la noche creo que hay más libertad en la forma en que dejamos que fluya la historia. Entendimos que para una película como ésta lo que funcionaba era hablar desde los lugares más universales, de temas como el amor o los sueños. La intención era retratar a las chicas desde un lugar súper digno y bonito.

¿Qué tan sencillo o complicado fue aterrizar la estructura coral de la película? Me imagino que cada una de las chicas pudo haber sido una película en si misma.

EE: La verdad es que sí. Creo que hasta pudimos haber hecho una serie. Todo esto responde mucho también al proceso de edición. Uno puede seguir filmando y filmando, creyendo que quiere hablar de todo. Y hay que reducir, reducir, reducir… y contener. Hay que esperar a que el material también te hable sobre cuál es su naturaleza. Fue complejísimo.

OR: Afortundamente, pudimos trabajar con un editor que además de ser nuestro amigo es alguien a quien admiramos mucho, Carlos Cárdenas Aguilar. Él nos ayudó muchísimo. Fue tan complicado que incluso uno de los personajes que habíamos contemplado con un peso muy importante terminó por quedar fuera de la película. Al final vimos que no encajaba con el propósito de Las flores de la noche, que además de ser el título de la película, es el nombre que estas chicas se dieron a si mismas como grupo. Y teníamos a este otro personaje que nos gustaba pero que ni era parte realmente del grupo, pero nosotros queríamos meterla a fuerzas. Y bueno, en la película no quedó. Pero todavía estamos pensando qué podemos hacer son su historia y su material, un corto quizás. Esto fue en parte gracias al trabajo del editor, con quien íbamos intentando hacer algo más concreto y con una línea. La primera vez que intentamos montar algo resultó que duraba como seis horas.

EE: A final de cuentas Las flores de la noche tienen como grupo una presencia muy marcada en el pueblo. Son las rebeldes, las radicales. Ellas salen con sus mejores looks y sus mejores peinados, salir para ellas es todo un evento. Tienen características y statements muy de la juventud.

¿Cómo fue la parte de integrar la cámara a la vida cotidiana de sus personajes? ¿Ayudó la experiencia previa en Uriel y Jade?

EE: De entrada, en Las flores de la noche tenemos un fotógrafo diferente, ahora trabajamos con Fredy Padilla. Pero él también tiene una relación previa con el pueblo, así que realmente no fue complicado. Ahora que también te tengo que decir que en el pueblo nos veían con una cámara y pensaban que éramos los que iban a grabar una boda o unos quince años [risas].

OR: Como sabes, Uriel y Jade se creó dentro de la estructura del proyecto de Territorios Interiores, que nos ha permitido a muchos realizadores en formación visitar lugares del Estado para encontrar historias que contar. El formato de trabajo de Territorios nos dio una base, pero sabíamos que para el largometraje íbamos a necesitar construir una relación más sólida con el lugar y con los personajes. Con Las flores de la noche invertimos tres años, cuatro años en ese acercamiento. Eso influyó en que no fuera tan difícil el incorporar la cámara a las vidas de los personajes. Además de todo, llegamos a convertirnos en mejores amigos de estas chicas. Construimos una relación profunda y muy linda. Esta red de relaciones humanas ayudó a la película y a abrirnos caminos por los lugares donde nos han permitido acompañarlas.

En un esfuerzo de tantos años y con tantas horas de metraje… ¿cómo hicieron para trazar los puntos de entrada y salida del relato?

EE: Creo que lo que teníamos era un material muy vivo, pero al mismo tiempo teníamos una historia que, aunque es coral, sí posee por ahí un trayecto delineado por el personaje de Uriel.

OR: Lo que pasa es que Uriel es un personaje que, dentro de la película, tiene una progresión dramática clara. Creo que el hecho de partir de la historia de Uriel, de la forma en cómo se reconciliaba con ese grupo de amigas, nos daba ya una línea estructural muy clara. Pienso que los puntos de entrada y salida con cada elemento de la película, más allá del argumento central, llegaron con claridad en la medida en que logramos ver con mucha honestidad el material, siendo abiertos respecto a lo que nos provocaba y nos movía, viendo todas las escenas que construimos en la edición. Viendo ese armado de escenas se empezó a volver muy evidente lo que no era parte de este relato.


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