★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Mujer Maravilla 1984 es una película sobre el deseo. Fue Schopenhauer, creo, quien dijo que el ser humano puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere. A su vez, Lacan decía que la relación entre el objeto y el deseo es problemática. No lo sé, quizás si la amazona del Universo DC hubiese leído a ambos autores no se hubiera metido en el predicamento por el que pasa en la trama de su nueva película. En este punto, te digo que Mujer Maravilla 1984 es todo un espectáculo, es emocionante, explosiva, incluso divertida. Y es ochenterísima. Solo tienes que ceder al deseo.


El tráiler, el póster, la sola idea de Mujer Maravilla 1984 ha encendido esa chispa por ir al cine en las miradas del gran público. Como ya lo dije, la película de Gal Gadot dirigida por Patty Jenkins satisface, entretiene, cumple deseos. Gadot ratifica su condición de gran Mujer Maravilla. Ella es nuevamente maravillosa.

Corre el año de 1984. Nuestra heroína va por ahí protegiendo a los inocentes de manera completamente desinteresada, ajena a los halagos o al reconocimiento, guardando un perfil bajo. Pronto, su trabajo en el museo la llevará a conocer a Bárbara Minerva (Kristen Wiig) y Max Lord (Pedro Pascal), quienes se convertirán en su dolor de cabeza. Un objeto ancestral que concede deseos dará inicio a una oleada de complicaciones en este relato muy à la lampara maravillosa pero con un giro aciago. ¿Qué pasa cuando la vida (o la magia) nos permite tener cualquier cosa que deseemos, sin restricciones?

La Mujer Maravilla pelea contra los malos en un centro comercial, en Oriente Medio o en Washington indistintamente. Patea, vuela y todo lo inherente al personaje. Pero lo interesante aquí es que su verdadera batalla se tiene que librar desde la trinchera del deseo: esa idea de que lo que deseamos es, como decíamos al principio, problemático porque el objeto no satisface el deseo. O porque el deseo atiza el deseo, si se quiere ver así. Porque hay algo fatalmente inasequible en lo deseado.

El personaje de Kristen Wiig, por ejemplo, comienza su periplo descendente hacia la maldad por culpa del deseo concedido, porque su deseo está en ser lo que es el otro (la otra). Su deseo la conduce hacia lo salvaje, lo irracional, la “chita”. En el caso de Max Lord, su búsqueda del deseo lo llevará a convertirse en un maquilador de deseos. Y vuelvo a usar la metáfora de la lámpara maravillosa, porque eso es él, una amalgama tal vez aberrante del objeto y el deseo.

UNA PELI COMO DE LOS AÑOS OCHENTA

En este punto lo primero que tengo qué hacer es quitarme el sombrero (la tiara, para el caso) ante Patty Jenkins. Es interesantísimo lo que ha hecho con Mujer Maravilla (2017) y Mujer Maravilla 1984 (2020), dos películas que tratan sobre el mismo personaje pero que no podrían ser más distintas entre sí. La primera es —en tono, forma, estilo visual— una película bélica de superhéroes que incluso guarda cierta formalidad; la nueva es una película de aventuras, de tesoros malditos, con todo el look and feel de una película comercial campy de la década de los ochenta. Las dos cintas se ven y se experimentan distinto. Personalmente, prefiero la película de 2017, pero eso no me ha privado de disfrutar de la nueva y excesiva secuela. Eso sí, no puedo dejar de pensar que quizás el perfil kitsch de la cinta podría no ser del agrado general. Ya veremos qué dice el público.


En Mujer Maravilla 1984 hay una paleta de color más vibrante que en su antecesora. Los efectos especiales son casi disparatados, están ejecutados con mucha artificialidad, como si hubieran sido conceptualizados para una peli ochentera. Lo mismo pasa con las actuaciones. Queda claro que Jenkins, desde la silla de la directora, decidió crear un concepto redondo. De arranque, en la primera secuencia de acción, uno puede sentir que algo está fuera de lugar en la ejecución estética, plástica y mecánica del filme. No te preocupes, terminarás por darte cuenta de que es a propósito y de cuál es la ruta que Jenkins ha decidido seguir.

Las hipérboles también impactan al trazo de los villanos del filme. Tanto Max Lord como Bárbara alias Cheetah están interpretados desde el exceso, con carcajadas macabras, con aspavientos. Y ambos son disfrutables justo así. En cuanto al guion, creo que está menos aceitado que el de su antecesora. Tiene sus descuidos, pero nada de gravedad.

Para redondear la experiencia, Mujer Maravilla 1984 aparentemente sí tiene escena post créditos. La escena, calificada de súper secreta, no estuvo incluida en la proyección de prensa. Y la curiosidad me está matando.

En fin, no dejes de ver Mujer Maravilla 1984. Pasarás un buen rato. Quizás esta cosa sobre el deseo resonó mucho en mí, pero al final del día es una película ligera, estridente y cuyo metraje (dura casi dos horas y media) se va como el agua. No te quedes con el deseo de verla.