★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay

Violenta, sangrienta, carnal y visualmente excesiva. Así es Possessor: Controlador de mentes, la película del director y guionista Brandon Cronenberg que el año pasado ganó el premio principal del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, así como el galardón a la mejor dirección. Si te gusta el cine de género, debes saber que esta pieza de horror y ciencia ficción tiene lo necesario para cumplir los estándares más aberrantemente exigentes.

En Possessor nos encontramos en un futuro cercano. Una corporación misteriosa, turbia y truculenta implanta tecnología en las personas para poder manipular sus mentes y usarlas para cometer asesinatos a solicitud de clientes millonarios. El proceso de manipulación implica que una persona cableada se «conecte» de forma remota a la mente del individuo que será utilizado para cometer el crimen. El acto es de una violencia atroz: solo imagina que, contra tu voluntad y súbitamente, te fuese arrebatado el control de tu cuerpo y que tu consciencia fuese enviada al archivo muerto.

¿Qué pasaría si, de pronto, el recipiente intentara recuperar el control, imponer su consciencia sobre la del invasor?

Hay que reconocer que Brandon Cronenberg no niega la cruz de su parroquia. El cineasta es hijo de David Cronenberg, director de escabrosas y osadas piezas de culto como La mosca (1986), Crash: Extraños placeres (1996) y eXistenZ (1999), por citar algunas. Lo interesante es que Possessor nos lleva a pensar en Brandon más allá de su genealogía artística. El joven Cronenberg factura un filme con el que muestra que tiene un tremendo potencial como cineasta, que entiende de cine de género, que le interesan el arrojo y el descaro visuales.

Lo cierto la película es una experiencia de riesgo: en manos de cualquier otra persona hubiera resultado un fiasco, pretenciosa y «videoclipera». Pero se nota que Cronenberg está familiarizado con los terrenos narrativos y estéticos que Possessor recorre. La película le pega con los codos a lo chocante, pero la bajada audiovisual del director es inteligente: por momentos, es feroz e iracunda; elegante y contemplativa. Lo que cineastas como Robert Eggers le han hecho al terror con el llamado «elevated horror», Cronenberg se lo quiere hacer a la ciencia ficción con una suerte de «elevated sci-fi» obsceno.

Además, tengo un par de cosas que decir sobre el elenco: qué interesante es el rostro de Andrea Riseborough, que se convierte en la fuerza gravitatoria en todas sus escenas. A su vez, Christopher Abbott hace un trabajo convincente.

Por el lado de las actuaciones de soporte, siempre es un deleite ver a Jennifer Jason Leigh hacer lo suyo. En este caso, juega a ser una suerte de Pepe Grillo retorcido. Mientras tanto, Sean Bean tiene una participación especial, de esas que solo él sabe hacer, muy en su tradición y con las características que lo han perpetuado como actor de culto en el cine de género. Hasta esto le sale bien a Possessor.

Al final, Possessor es una experiencia con mucho estilo visual, brutal y demoledora. Su corona es la de la atrocidad y el desconcierto. Como en toda gran ciencia ficción, hay preguntas sobre la existencia, sobre los límites, sobre la ética y las malformaciones de la moral humana. El híbrido de horror y ciencia ficción que Cronenberg ofrece encuentra, a su modo, su balance. Y en su equilibrio encontrarás tu tortuoso desconcierto.