★ ★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Qué buenas han sido las series de futbol soccer últimamente, ¿cierto? Ted Lasso no es la excepción. Es más, hasta podría llegar a convertirse en mi favorita en su nicho. El elenco, el humor, el ritmo, el arco dramático… toda la estrategia funciona, cada episodio es un deleite y, francamente, la serie logra el dominio del balón durante todo el partido.


Ted Lasso (Jason Sudeikis) es un entrenador estadounidense de futbol americano (sí, americano) que es contratado como director técnico de un club de futbol soccer de la Premiere League inglesa. Desde el arranque, nos queda claro que esta será una historia de «pez fuera del agua». Nuestro protagonista no sabe nada, absolutamente nada, de futbol soccer. Lo que sí tiene son buenas intenciones, una actitud muy positiva y entusiasta, y muchas ganas de que sus jugadores se sientan plenos y felices, incluso si no se ganan los partidos.

La llegada de Lasso al futbol inglés tiene «jiribilla». La nueva dueña del equipo (Hannah Waddingham) ha articulado la contratación de Ted para que el equipo descienda, pues con el fracaso del plantel quiere lograr una venganza personal. Y esta es solo la punta del iceberg porque, como en todo equipo que se precie, hay fricciones en el vestidor y una prensa deportiva voraz que orbita como buitre alrededor del moribundo equipo.

A diferencia de la comedia mexicana Club de Cuervos —que lanza una mirada cáustica al futbol nacional— o de la flemática Un juego de caballeros —realizada con toda la contextura de una producción británica—, en Ted Lasso nos encontramos un relato casi inocente, ligero y hasta optimista. Empero, eso no es obstáculo para que la serie lance su propia mirada cómica a los lugares comunes de la industria del balompié: desde el infumable jugador estrella, el racismo y la fricción en los vestidores, las hinchadas de fidelidad ciega o los melodramas de los dueños de los equipos.


Jason Sudeikis hace un trabajo maravilloso como Ted Lasso, el personaje que años atrás había interpretado de manera fugaz y que, quién iba a decirlo, ha terminado por convertirse en protagonista de su propia y fantástica serie cómica. Ted irradia una luz muy particular, tiene una forma candorosa, sincera y optimista de ver el mundo, de afrontar los problemas, algo que parece en desuso en nuestra sociedad actual. Eso le da frescura al personaje, que está escrito e interpretado en el tono preciso, porque me queda claro que fácilmente pudo haber caído en lo chocante. Pero no. Ted Lasso es auténticamente entrañable.

Otra cosa muy interesante es lo que la serie hace con las minorías: sin impostamientos ni oportunismos (algo que pasa a menudo en las producciones estadounidenses), Ted Lasso nos presenta a los personajes de las minorías de manera positiva y edificante. Tenemos, por ejemplo, un jugador africano cuyo deseo es jugar bien y cumplir con su equipo; un jugador mexicano que entrena incansablemente y que tiene un mantra que siempre recita con una sonrisa («football is life«); un aguador de raza mixta que es objeto de bullying pero que sabe más que nadie sobre el deporte y sus estrategias. En contraste, los jugadores ingleses son los que tienen que pasar por un arco de aprendizaje, consumidos por la soberbia deportiva y el menosprecio a los otros.

La experiencia de visionado de Ted Lasso es en verdad muy gratificante. La serie rebasa las fronteras del interés futbolístico, es comedia para todos, sin importar que te guste o no el futbol. Funciona de esta forma porque el éxito y el fracaso, el respeto y la intolerancia, la verdad y la mentira, la compañía y la soledad, son emociones universales con las que podemos identificarnos más allá del contexto. Para muestra, un botón: yo no tengo ningún interés particular en el futbol, pero esta serie me encanta.

Ted Lasso, recomendadísima. Si esto fuera un tiro penal, sería imposible atajarlo.