★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

El Protector en la típica historia del veterano estadounidense blanco que, en sus días de debacle, se convierte en héroe. Aunque el estadounidense en cuestión sea encarnado por un norirlandés (Liam Neeson), su consigna no cambia: el ranchero fronterizo habrá de convertirse en escudo y guardián de un niño inmigrante mexicano y desamparado. Es una película sin sorpresas. Pasa lo que tiene que pasar. Y para quien paga un boleto para ver una película de acción de Neeson eso es algo bueno.

Jim Hanson (Neeson) es un ex marino que sirvió en Vietnam. Recientemente viudo, está por perder su rancho debido a una asfixiante deuda. Hanson se dedica a patrullar sus tierras áridas, junto en la frontera con México. Cuando ve a los inmigrantes latinos cruzar por su propiedad, no duda en llamar a las autoridades.

Al poco rato de iniciada la película, el director Robert Lorenz decide que es momento de distanciar a Jim de los estereotipos negativos del “cuello rojo”. El protagonista de su película es un hombre sencillo, conservador, pero no es un fundamentalista. Tiene consciencia. Así que el viaje del héroe cambia cuando se encuentra a un niño migrante junto a su madre, que son perseguidos por narcos mexicanos en el cruce de la frontera. Una balacera termina en tragedia y el ranchero texano recibe una misión concreta: llevar al niño mexicano a Chicago para que se reúna con su familia. El estadounidense se convierte así es la persona que habrá de garantizar la seguridad del ilegal para que éste encuentre un mejor futuro.

En este sentido, El Protector deja pasar la oportunidad de hacer una reflexión profunda o de tomar una postura rotunda respecto a temas importantes, como las percepciones tan socializadas entre los estadounidenses respecto a la migración ilegal; el deber ser y el deber hacer; los derechos fundamentales de las personas; la ética personal en contraposición a las disposiciones políticas o legales… en fin.

La película tenía todo —entretenimiento, talento, un ritmo ágil— para divertirnos y confrontarnos al mismo tiempo. Es una pena, porque El Protector es pura distracción y poca sustancia. Su emplazamiento frente a la realidad migrante es anodino, complaciente. ¿Dios nos libre de perturbar el status quo?


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Es más, la trágica muerte de un perro (y digo “trágica” sin un ápice de sarcasmo) provoca un momento más confrontativo entre los dos personaje principales (el viejo estadounidense y el niño mexicano) que la propia muerte de la madre del chiquillo. No dejo de pensar si la película trivializa o no el sufrimiento migrante. En contraste, es muy interesante cómo la película nos muestra al estadounidense como “lo viejo” y al mexicano como “lo nuevo”, el futuro. ¿Ves lo que te digo? La película sí tiene carnita y buen tema, nomás que “le saca” a darse un encontronazo abierto con la controversia.


Al cineasta Robert Lorenz le ha tomado casi una década filmar su segunda película. La primera fuera Las curvas de la vida (2012) con Clint Eastwood, un melodrama deportivo muy efectivo. Una vez más, Lorenz firma un relato sobre un hombre maduro que afronta un último gran momento de decisión en vida y que podría implicar una vuelta en “u” en el trazo de su existencia.

Y sé que antes de terminar he de responder a la pregunta que cala en la curiosidad de la mayoría: “¿El Protector es una peli de Liam Neeson“? Y ya sabes a lo que me refiero. La respuesta es sí, es una de de esas pelis de Liam Neeson de los últimos quince años, donde el actor repite el mismo paradigma interpretativo que lo ha consagrado como un tótem del cine de acción. Si eso es lo que estás buscando, no te defraudará ni un poco.


El Protector ya está en salas de cine. Un estreno de Zima Entertainment.

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