Los años 80 fueron icónicos en muchos aspectos. En aquellos días aparecieron personajes que hasta nuestros días han dejado huella: Michael Jackson, Diego Maradona, Madonna, Ronald Reagan o Darth Vader. Los ochentas fueron una década única, desde sus conflictos bélicos hasta el ‘boom’ de los videojuegos.

El brillo ochentero también iluminó la pantalla grande: los Gremlins, Al Pacino, Kim Basinger, Indiana Jones, El Imperio Contraataca, Terminator, Fanny & Alexander… el cine vivió una época especial. Pero cuando recordamos la edición 53 de los Premios de la Academia muchos malos recuerdos llegan.

El Oscar, una historia de controversias

Los reveses y sorpresas siempre han existido en el Oscar. En la categoría de Mejor Película hemos visto caer a El Ciudadano Kane de Orson Welles frente a Qué verde era mi valle de John Ford, a El Mago de Oz de Victor Fleming frente a Lo que el viento se llevó del mismo director; hasta a 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick contra Oliver de Carol Reed.

Sin embargo, fue en 1981 cuando la polémica alcanzó su punto álgido, durante la 53° gala del Oscar. Marcada por un intento de asesinato al Presidente de los EEUU Ronald Reagan, la ceremonia fue postergada un día. Llegado el evento, grandes filmes como Tess de Roman Polanski, Toro Salvaje de Martin Scorsese y El Hombre Elefante del novato David Lynch se perfilaban como las grandes favoritas.

Tess llegaba a América como una de las películas fundamentales de Polanski. La producción sucedió al asesinato de su pareja Sharon Tate, la cual le presentó la obra de Hardy y soñaba conque su marido la dirigiera siendo ella la estelar. Tess era un relato crudo sobre la pobreza, el perdón y la lucha. Protagonizada por Nastassja Kinski, la cinta consagraba a Polanski mientras el autor vivía un momento personal desolador.

Toro Salvaje de Martin Scorsese no solo era excepcional por la fotografía en blanco y negro de Michael Chapman, incluso parecía la favorita de la noche. La historia del talentoso boxeador Jack La Motta le dio un Oscar como Mejor Actor a Robert De Niro. Un drama deportivo que nos envolvió a todos de principio a fin, a puño limpio.


Además, las miradas no solo de Hollywood sino del mundo entero, estaban de lado del debutante cineasta David Lynch, que con el apoyo de Mel Brooks llevó a la realidad la triste y desoladora historia de Joseph Merrick en El Hombre Elefante. Protagonizada por John Hurt –en el papel del fenómeno– y Anthony Hopkins, con una paleta blanco y negro diseñada por Freddie Francis, nos mostró las desventuras de Merrick, un británico con su cabeza monstruosamente deformada, quien vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria.


Inevitablemente viviríamos una desilusión al tener tres grandes obras de la historia del cine compitiendo entre sí. No obstante la noche nos tenía preparada una sorpresa mayúscula. Si bien las categorías de actuación no dieron mayores sobresaltos, pronto comenzaron las sorpresas o atracos, todo con una “ordinaria” película.

Gente como uno (Ordinary People) de Robert Redford no era precisamente una joya en comparación con sus competidoras. Pese a ello, lucía en las nominadas en todas las categorías y empezó dando la sorpresa al ganar el premio a Mejor Guion Adaptado frente a la cinta de Lynch.

La cinta protagonizada por Donald Sutherland y Timothy Hutton, que bien pudiera ser un drama estilo tarjeta de Hallmark, nos habla sobre el poder del amor para redimir la depresión y el dolor humano. El debut de Robert Redford como director era un filme seguro, una de esas apuestas que a todos gustan pero en comparación a sus rivales no era mucha pieza.

Redford sorprendió a propios y extraños arrebatándole el Oscar a Mejor Director a esos titanes del cine (Scorsese, Polanski y Lynch). Pero la sorpresa mayor nos dejaría helados a todos, al llevarse la estatuilla a la Mejor Pelicula en detrimento de los tres pesos pesados que ya hemos abordado.

La noche terminó en desgracia para la credibilidad de Hollywood. Ordinary People hizo algo que ya parece muy ordinario: premiar a quien menos lo merece. En esa ocasión, Redford dejó vestidos y alborotados a un par de históricos del cine y al joven más talentoso de aquellos días.