★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Natalie Erika James dirige Relic: Herencia maldita, una de las películas de horror más celebradas de los últimos meses. Y con justa razón. El filme explora de manera creativa y fulminante uno de los miedos más humanos: las consecuencias de la vejez. Para lograrlo, la cineasta apuesta por internarse en las particularidades de las historias de casa embrujada.

Kay (Emily Mortimer) visita la vieja finca familiar acompañada de su hija Sam (Bella Heathcote), porque su madre Edna (Robyn Nevin) ha desaparecido. Lo que encuentran es una casa ajada y en decadencia, llena de pequeñas notas que Edna ha pegado por cualquier parte, a manera de recordatorios que le ayudan a lidiar con su memoria marchita. En algunas partes de la casa hay extraños manchones (¿de humedad?) y los rincones más oscuros del lugar rayan en lo desconcertante.

Mientras Kay y Sam debaten sobre el futuro de Edna, una sombra se cierne sobre las tres. Se trata de una oscuridad tan atroz, tan aciaga, que uno rogaría que se tratase de una amenaza sobrenatural o demoniaca, pero ¿podría ser algo incluso peor?

Usando lo fantasmagórico como catalizador, James aborda de manera curiosa cómo la vejez, la demencia y el desgaste físico impactan a los seres humanos con la edad. Y no solo eso, también nos muestra la desgarradora onda de choque que fulmina a quienes están alrededor. Mientras en la mente de Edna se levanta un espeso manto de niebla, en los corazones y el raciocinio de Kay y Sam ocurre lo mismo. Porque la negación y prendimiento también juegan su papel en Relic: Herencia maldita. A veces deseamos tanto que todo esté bien que nos cegamos ante la aflicción que ya se ha plantado junto a nosotros.

Otro aspecto interesante de este relato es que la directora ha articulado un elenco femenino de gran poderío. Abuela, madre e hija en la ficción, la trinidad estelar del filme entrega actuaciones sólidas y consistentes. Lo que encontramos son personajes tan bien trabajados que sus actrices conviven sin eclipsarse. Tanto Nevin como Mortimer y Heathcote logran una química tangible, verosímil. Realmente parecen tres generaciones de mujeres en una familia que transita por un momento de escalofriante dolor. Sus pesadillas, metafóricas o no, son genuinas.

La atmósfera de inquietud —inherente a toda buena película de horror— es también el espacio que James articula para hacernos transitar entre el desasosiego y la empatía. Porque llega un punto en la historia en que entendemos los abrumadores sentimientos que devoran a nuestras tres protagonistas. En este aspecto, la película presume un buen pulso, incluso con una cierta elegancia no tan común en las películas de miedo. El reto, en todo caso, era filmar lo invisible, darle una presencia audiovisual a lo que atormenta a los personajes desde las sombras.

Y bueno, a Relic: Herencia maldita no se le olvida ni por un minuto que está jugando con el código genético de una película de casas de espantos. De ahí que la casa se convierta en la alegoría perfecta. Sus paredes guardan, como en toda película de su estirpe, secretos y misterios. Aquello que se oculta tras los muros juega un papel sustantivo. Como ya lo he dicho y como en las historias de fantasmas, lo que está atormentando a estas mujeres es invisible, intangible… ¿cómo peleas contra eso?

En contraste, al primer largometraje de Natalie Erika James le ocurre lo que a algunas operas primas. Se le nota la inexperiencia, el noviciado. Paradójicamente, esto le da a Relic: Herencia maldita su frescura, pero también sus desaciertos. Si bien la idea del filme es bastante creativa, también es cierto que se le notan ciertas costuras. Algunas revelaciones se ejecutan con demasiado apego al arquetipo o la obviedad. Y luego está el tema del ritmo: a veces, parsimonioso hasta someter al espectador (como debe de ser); a veces, disperso y en riesgo de soltarnos. La película le apuesta tanto a su giro de tuerca, que ejecuta con aspereza algunos recursos del género. Lo interesante es, en todo caso, que a pesar de sus bemoles, la película lanza bien su estocada.

En ese sentido, el trabajo de guion sin duda juga un papel fundamental. No es de extrañar que el relato, inspirado en la experiencia de la directora tras dejar pasar el tiempo antes de visitar a su abuela enferma, haya llamado la atención de personajes de la industria como Jake Gyllenhaal o los hermanos Russo para involucrarse como productores.

A diferencia de otros melodramas que pueden transitar los mismos caminos, Relic: Herencia maldita es una pieza de horror de principio a fin. Esa es su identidad, aunque nos dé mucho más que el mero desconcierto o el miedo. La ficción y la fantasía oscura que se entretejen con la fulminante realidad de sus personajes son parte de la firma de esta obra. Y eso es lo que la hace especial. Estremecedoramente especial.