★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Tengo que confesar que me costó mucho trabajo empezar a escribir la crítica de Mortal Kombat (Mortal Kombat, 2021). Mi problema era que la película de Simon McQuoid no es tan buena como para regodearse en sus virtudes, ni tan mala como para destripar sus defectos. La película existe en una suerte de limbo cualitativo ubicado entre el Earthrealm y el Outworld. Así las cosas. En general es una película entretenida, con sus momentos resultones y torpes por igual; un botarate de acción con la cantidad de sangre justa para no llegar al gore. Y, por supuesto, con sus respectivos fatalities… varios de ellos, auto-infligidos.


Cole Young (Lewis Tan) es un peleador de artes marciales mixtas en decadencia. Su vida está en jaque porque ha llamado la atención de uno de los grandes favoritos de la franquicia, y es obvio que estás en graves problemas si Sub-Zero (Joe Taslim) te persigue para matarte.

Dicho encuentro nos lleva a descubrir que hay una guerra en ciernes entre nuestro mundo —Earthrealm, para los versados en la mitología “kombatiana”- y el mundo exterior —Outworld—; un gran combate definitivo tendrá que librarse entre los principales guerreros de cada bando para definir el destino de la Tierra. Sobra decir que esta premisa es repetida una y otra vez a lo largo de la película, pero nunca recibimos ningún indicio fidedigno de que, efectivamente, en caso de que nuestros guerreros pierdan nos va a llevar el carajo. Suena a amenaza vacía.

Creo que lo que ocurre con Mortal Kombat es que la película tiene las dosis suficientes de fan service y de peleas amenas, cosa que ayuda a que nos distraigamos de todo lo que está mal aceitado en la película. En general, y ahora que lo pienso tras haber visto la peli, creo que una parte de mí se deleitaba con cada fatality, con cada golpe letal, con cada salpicadura de sangre. Pero la realidad es que una vez que terminaba cada espectáculo sangriento, recobraba la conciencia de que estaba en una sala de cine, viendo un relato disparejo y con muchos personajes mal escritos.


El fatality de escritura más severo es el que le propinan al personaje protagónico: Cole Young, un personaje inventado para la ocasión y que es un auténtico pelele, sin contextura de héroe y cuyos atributos van siendo impostados de manera por demás chafa. Esto es lamentable porque la historia gira en torno a Cole, el descubrimiento de su legado y el papel que debe jugar en la debacle mortal y sanguinaria.

Cole inicia su trayecto como un personaje quebrado, débil y sin carácter. A lo largo de la película no lo vemos evolucionar naturalmente. Su evolución y liberación son horriblemente cliché. El personaje, en el trayecto hacia el final, aporta poco. Es lamentable que él sea el epicentro de la trama, el personaje ancla que conecta todos los cabos de la película o que intenta darle unidad narrativa a todo el despapaye. La neta es que el personaje principal de Mortal Kombat está de “güeva”.

El mismo tratamiento enclenque se le da a otros personajes. Tomemos como ejemplo a Sonya Blade (Jessica McNamee), quien es presentada en el relato con mucha fuerza y entereza, con muchísimo carácter, de modo que apunta a tener potencia dentro del relato. Pues no. A medio trayecto vemos cómo el guion relega al personaje femenino estelar de la historia con pretextos absurdos. Esto provoca que Sonya Blade alcance su punto álgido de manera por demás atropellada, súbita y anticlimática. Una verdadera pena.

Como ya he dicho, varios personajes sufren desatinos en el mismo tenor. No es así el caso de Sub-Zero o Raiden, por ejemplo, que funcionan como deben de hacerlo. Otro caso maravillosamente afortunado es el de Kano (Josh Lawson), por mucho el mejor personaje de la nueva película de Mortal Kombat. Él es la auténtica fuerza arrolladora del filme.


Lo cierto es que siempre he pensado que Josh Lawson es un actor que no ha sido lo suficientemente valorado por la industria. El tipo es encantador, tiene mucho carisma y la capacidad de transmitir emociones muy genuinas. Su iteración de Kano es prueba fehaciente de ello. Tengo que subrayar lo que ya he dicho: su interpretación es, de manera absoluta, rotunda e incontestable, el gran acierto de Mortal Kombat.

El Kano de Lawson es gracioso e irreverente, una cáustica monería. El actor australiano es el “robaescenas” de esta producción. Kano se queda con las reverencias, risas y la atención del público. Es más, hubiese preferido ver “Kano: La Película” en vez del Mortal Kombat que me tuve que chutar. Personajazo. Con puro Kano me hubiera dado por bien servido.

¿Hay algo malo con Kano? Pues que el guion le aplica la misma sentencia que a otros personajes: pasando el punto medio, la película toma al personaje mejor escrito e interpretado, ese que ha ido emergiendo y acaparando los reflectores, y de golpe le mete un uppercut que lo desarticula de todo protagonismo, aventándolo a un segundo plano repentino e inmerecido. Sí, te digo que el guion tiene problemas.


Si vas a Moral Kombat por los fatalities, perfecto. Hay fatalities en la película. Si vas por el fan service y las referencias a la mitología del videojuego, también vas a encontrar eso. Pero si buscan una película bien estructurada, bien trabajada y zurcida, ya te digo que no vayas con altas expectativas. Lo que recibirás es mucho efectismo, mucha parafernalia audiovisual en un producto más bien hueco, ni tan bueno ni tan malo.

En resumen, Mortal Kombat es caótica, estridente y sangrienta. Reconozco que la experiencia puede enganchar a fanáticos y ocasionales por igual. Empero, aunque el filme trata de impulsar un desarrollo de personajes, termina por perjudicar a la mayoría. Ocurre, además, que Mortal Kombat se apresura en su último acto, ofreciendo peleas impostadas y que terminan en un parpadeo, como si estuvieran tratando de cubrir una cuota de acción. En contraste, la fórmula de la comedia ocasional sí paga dividendos. Ya te digo: la irregularidad es quien propina el brutality final.


Mortal Kombat es un estreno de Warner Bros. Pictures.

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