★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay
Tras un interesante recorrido de festivales, donde recogió premios en San Sebastián, Sundance y Morelia, al fin llega a salas de cine mexicanas SIN SEÑAS PARTICULARES. El largometraje, primera pieza dirigida por Fernanda Valadez, explora con crudeza la realidad nacional: temas como las desapariciones forzadas, la violencia o el raquítico estado de derecho son observados a través del prisma del realismo… e, incluso, del terror. Con sus luces y sombras, la cinta es una pieza de cine mexicano por la que vale la pena apostar y pagar un boleto.
Magdalena (Mercedes Hernández) desconoce el paradero se hijo. Hace días que tomó un camión para irse a buscar un futuro a los Estados Unidos y desde entonces no ha sabido de él. Es así que Magdalena inicia un periplo azaroso y cruel que la llevará de Guanajuato a la frontera, tratando de descubrir qué fue de su hijo. ¿Está vivo o muerto? Ella lo que quiere es tener una certeza, incluso si la realidad es dolorosa.
SIN SEÑAS PARTICULARES es un retrato arrollador. Vi la película en una función llena de público —ni críticos, ni prensa, ni miembros de la comunidad fílmica— y la reacción era abrumadora: todos estaban sumidos en un silencio brutal, lacerante. E incómodo. Como si muchas verdades estuviésen puestas en la pantalla.
FONDO Y FORMA: ALGUNAS SEÑAS PARTICULARES
Las decisiones de Valadez para contar esta historia pueden provocar contrastes entre los espectadores, pero no el mensaje: México está magullado, su tejido está hecho girones. La película, que de entrada parece un drama social que nos llevará por una ruta convencional, va girando poco a poco hasta que llegamos a una segunda mitad fulminante: la realidad se convierte en un relato de terror que quisieras que fuera ficción, pero no lo es. «El diablo» está entre nosotros.
Quisiera platicas muchas cosas a detalle: sobre la trama, sobre la secuencia de los acontecimientos y la estructura del relato, sobre lo que se queda en el tintero y sobre las cosas que la película derrama en la superficie de la pantalla, pero te seré franco: esta es una cinta que cada espectador tiene que descubrir, pues cada quién debe medir qué tan confrontativa le resulta.
Si le he dado «cuatro estrellas» es por que vi de primera mano el efecto que tuvo en los espectadores. Sin embargo, confieso que la película me quedó a deber en algunos aspectos formales. Por ejemplo, siento que tiene un trabajo desnivelado de dirección de actores. Algunos son muy consistentes y a otros se les nota que están reaccionando ante una cámara. Y este no es un tema que recaiga sobre los actores, hay que decirlo. Cuando se trabaja con actores naturales, el reto desde la dirección se dispara porque hay que lograr un tono interpretativo común, y ese suelo no está tan parejo en SIN SEÑAS PARTICULARES.
Del mismo modo, siento que el guion tiene un par de tuercas flojas y que le sobra algo de pietaje. El epílogo parece más un desplante que una declaración. Pero en fin, son decisiones autorales de una cineasta que va trazando su propia firma y que será muy interesante seguir de cerca.
Con todo, SIN SEÑAS PARTICULARES es una pieza impactante y que necesita ser vista, que toma al gran público como una aplanadora y lo deja hecho trizas. Pero, también, lo hace salir con ganas de conversar, de compartir, de hacerse de nuevo consciente de varios temas imperativos de nuestro país.
SIN SEÑAS PARTICULARES ya está en cines. Un estreno de Cinépolis Distribución.
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