★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

TRES DÍAS Y UNA VIDA es una coproducción franco-belga donde tres eventos accidentales, fortuitos, impactan a una comunidad boscosa con toda su fuerza e inclemencia. El director Nicolas Boukhrief (Le convoyeur, 2004) factura un drama de suspenso y crimen que atrapa, principalmente, porque nos emplaza desde la mirada de un niño.

En el pequeño poblado de Olloy conocemos a Antoine (Jeremy Senez), un chiquillo de doce años que vive con su madre, está embelesado con su vecinita, sueña con ser médico y espera que esta Navidad le regalen un Nintendo 64. Es diciembre de 1999 y faltan solo tres días para las fiestas. Y cada uno de esos tres días será catastrófico a su manera. Cuando un niño desaparece en el bosque, el pueblo entero se ve estrujado hasta sus entrañas.

Dirigido con elegancia y buen pulso, TRES DÍAS Y UNA VIDA es un relato que, además de la perspectiva de Antoine sobre los acontecimientos, también nos ofrece el estremecimiento de un personaje coral: el pueblo de Olloy. En el lugar coexisten el médico del pueblo, el abarrotero, el policía, el subversivo incómodo, el cura… Estos personajes no comparten las mismas emociones, pero la amalgama de sus voces da cuerpo a un ente colectivo que incide en el rumbo del relato.

Como pieza de suspenso, TRES DÍAS Y UNA VIDA es satisfactoria. El filme no gira propiamente en torno al descubrimiento de un culpable, sino al descubrimiento del crimen en sí. En la cinta de Boukhrief, los espectadores somos no exactamente cómplices, pero sí acompañantes en su proceso doloroso de quien ha pecado por puro infortunio y desplante.

He escuchado, lo confieso, algunas quejas de personas allegadas debido a la adaptación de la novela de Pierre Lemaitre. Yo no he leído el libro pero los reclamos me parecen curiosos porque ha sido precisamente el autor de la novela quien ha adaptado su libro al cine. Así que las decisiones creativas que distancian al texto del filme parecen ser, en buena parte, responsabilidad del mismo autor.

Sea como sea, me parece que TRES DÍAS Y UNA VIDA tiene pecados más relevantes, como que la ruta que va trazando carece de grandes sorpresas o sobresaltos dramáticos. El trayecto está marcado. Y cuando aparece el deus ex machina que parece que podría revolucionarlo todo, la brecha vuelve a aparecer debajo del lodo. Si esto no lacera al filme es porque Boukhrief logró crear una atmósfera satisfactoria y envolvente: una vez insertados en el filme, los espectadores difícilmente logran escapar hasta que ha aparecido el corte a negros final.

TRES DÍAS Y UNA VIDA es, pues, una película que vale la pena para aquellos espectadores que estén buscando dejar de lado los artificios y estridencias del verano fílmico en pos de una película de personajes. La experiencia, creo, cumple y satisface.


TRES DÍAS Y UNA VIDA está en cines desde el 19 de agosto. Un estreno de Nueva Era Films.

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