Si hay algo que creo con vehemencia es que la imagen audiovisual tiene punto de vista. Lo que una cámara filma o graba está condicionado por los seres humanos tras el artefacto. Pero ¿es la imagen audiovisual, por ejemplo, verdadera solo en relación de que tan profunda es la interpretación que un autor hace de la realidad al expresarse a través de ella?

La pregunta —pedante, si lo quieres— me sirve como excusa para extrapolar algún comentario sobre ALL LIGHT, EVERYWHERE, el pertinente documental de Theo Anthony sobre la debatible de idea de objetividad e infalibilidad argumental que le conferimos a las cámaras que nos vigilan cada vez con mayor frecuencia en aras de la seguridad, por nuestro propio bien.

No voy a ahondar en los detalles filosóficos, sociales, políticos y humanos que cruzan el discurso de ALL LIGHTS, EVERYWHERE justo por el centro, porque me parece que esta pieza audiovisual debe ser vista sin que medie condicionante o manipulación alguna. Vaya, no quisiera influir en tu opinión. Además de que la película tiene los recursos suficientes para (1) inspirarte a formular un punto de vista o (2) iniciar un diálogo sobre los temas que aborda.

Ocurre que en este largometraje hay dos aspectos a revisar: el primero tiene que ver con lo estrictamente audiovisual. De esto sí creo que podemos hablar sin reparos, porque la factura del filme es sólida, su propuesta de estructura con una narrativa a tres bandas enriquece mucho el desarrollo de la pieza y, en general, tiene un acabado visual impecable.

Por otro lado, tenemos la parte discursiva. Más que respuestas, la película formula preguntas imperativas en momentos en que somos taladrados por la mirada invasiva de las cámaras de video. Para no ir más lejos, mientras escribo esto tengo una cámara de vigilancia justo frente a mí, paneando de derecha a izquierda, colocada con mucha discreción en el techo de un espacio parcialmente público, arrinconada y, ahora que lo pienso, arrinconándome pasivamente.

¿Necesitamos ser vigilados? ¿La presencia de cámaras en, digamos, una escena del crimen nos garantiza una objetividad sin impurezas? ¿Es la cámara un disuasor infalible ante la tentación de las malas conductas… o una correa para el comportamiento humano? ¿Dónde queda mi derecho a la privacidad en esta cultura de la vigilancia? ¿Al salir a la calle ya estoy dando mi consentimiento tácito de convertirme en “actor” de este macrorrodaje de lo cotidiano? ¿La mirada de la cámara es unívoca? ALL LIGHT, EVERYWHERE es un alud de preguntas que hace ya varios años tuvimos que haber empezado a conversar. Y no solo desde lo institucional.

Y, como he dicho antes, no me gustaría influir en tus impresiones sobre las preguntas que la película plantea. Lo que quisiera en este punto es que la película encuentre espacios para ser exhibida. Si bien el discurso está articulado desde la realidad estadounidense, el tema en su sentido más universal es de incumbencia de todos. Yo solo me limitaré a subrayar lo que ya he dicho en mi párrafo de apertura: lo que he aprendido es que las cámaras adquieren el punto de vista en relación de lo que hacemos con ellas.


ALL LIGHT, EVERYWHERE ganó el premio de Experimentación en No Ficción dentro de la sección U.S. Documentary en el Festival de Sundance.

ALL LIGHT, EVERYWHERE forma parte de la competencia de largometraje documental internacional del GIFF.


Una crítica de Arturo Garibay para TOPCINEMA | Enviado especial