★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay

Si pensabas que DUNA de Denis Villeneuve sería la película de ciencia ficción más imponente del año… tengo que decirte que tus sospechas fueron correctas. Esta adaptación de la novela de Frank Herbert es un delirio sci-fi hecho cine. La pieza de Villeneuve, si bien no es perfecta, al menos sí es monumental. Sus imágenes son formidables, tanto así que hasta por instantes llegan a imponerse sobre la trama.

Un futuro distante en tiempo y espacio. El recurso más valioso del universo conocido es “la especia”, una sustancia que sirve en igual medida como droga que como “combustible” para viajes interestelares. En ese contexto, la dinastía Atreides acepta tomar el papel de administradora del planeta Arrakis, un mundo desértico y único lugar donde “la especia” puede ser recolectada.

La intriga política, la lucha por el poder, las traiciones, los sueños premonitorios y la leyenda de un elegido —porque… ¿qué sería de un relato de esta índole sin un elegido?— terminarán por zurcir el entramado de una historia de auténticas proporciones épicas.

Timothée Chalamet hace el papel de Paul Atreides, encabezando así un elenco impecable donde todos brillan con luz propia a lo largo del relato. El panteón histriónico incluye a Rebecca Ferguson, Zendaya, Oscar Isaac, Jason Momoa, Josh Brolin, Javier Bardem, Dave Bautista, Stellas Skarsgard, Sharon Duncan-Brewster y Charlotte Rampling. En efecto, Villeneuve se ha dado el lujazo de su vida al consolidar este reparto de orígenes actorales diversos pero que ejecutan su trabajo con una cohesión tonal pasmosa. Impresionantes.

BELLEZA SIN LÍMITES: LA DUNA ES DE LOS ESTETAS

En DUNA, el trabajo de cámara está articulado con encuadres y emplazamientos que producen imágenes de una belleza sobrecogedora, todas ellas firmadas por las miradas de Villeneuve y el cinefotógrafo Greig Fraser. Cada toma del filme es una pieza de museo. Pero DUNA no es un largometraje de preciosismo vacío: la belleza del filme hace simbiosis —siempre— con la intención artística del realizador y —por tandas— con el relato que nos está contando.

A pesar de ser una película de grandes proporciones, la identidad autoral de Villeneuve se hace patente. Una vez más, el cineasta consigue filmar un relato que se desplaza con actitud y firmeza por la frontera que —dicen algunos— debería separar al cine de autor del cine comercial. DUNA tiene la corpulencia de un éxito taquillero —de un blockbuster descarado— y la garra estilística del cine de arte.

Del estilo de Villeneuve, se hace también presente el uso del silencio y la parsimonia para potenciar las miradas y la fuerza quinética de sus actores, la imponencia de sus espacios y de sus composiciones de cuadro. Empero, DUNA está lejos de ser una pieza callada. En ella convergen los sonidos sutiles e hipnóticos del desierto con la estridencia de las batallas épicas, descomunales.

Dicho todo esto, no será raro que DUNA conquiste con aplomo todas las nominaciones técnicas de la temporada de premios. No solo fotografía, sonido y efectos visuales merecen las palmas, lo mismo aplica para la dirección de arte, el vestuario o el maquillaje. DUNA es una orgía de proezas visuales.

¿DUNA ES PERFECCIÓN PURA? HABLEMOS DE SUS TROPIEZOS

He mencionado ya al inicio de esta crítica que DUNA emerge triunfante en el aspecto visual. El problema es que toda esa imponencia termina por reclamar tanto protagonismo, que a veces relega a la narrativa a un segundo plano. Creo que esto sucede “sin querer queriendo”. Es más, hasta me he puesto a pensar que, tal vez, sea algo que solo resentimos algunos espectadores.

El punto es que me parece que DUNA es una cosa tan monumental en lo plástico (y en términos de extensión) que uno termina por quedarse con la sensación de que nos contaron muy poquito relato, como si la historia se diluyera hasta sentirse mínima. Y atención: la historia de DUNA no es menor, ni pequeña, ni breve, pero se siente así, ensombrecida por la calidad aplastante del universo visual consolidado por el equipo de Villeneuve.

Si bien la historia se ve empequeñecida —es más, los primeros comentarios del público y la crítica girarán en torno a las dimensiones de la película, no sobre la trama o los temas—, lo cierto es que yo sí que disfruté de acompañar a los personajes en su travesía. Al final, el material narrativo del filme es suficiente como para engancharnos y comprometernos para una segunda parte. Sé que dicen que serán tres, pero para mí dos serían suficientes para cerrar la línea argumetal iniciada en DUNA.

DE VISIONADO OBLIGADO… EN LA PANTALLA GRANDE

DUNA es una película para la pantalla grande. Por sus proporciones y atributos, me cuesta trabajo pensar que alguien pueda disfrutar plenamente de este filme en una pantalla de laptop, de celular o incluso en un televisor. Si planeas ver DUNA, tienes que hacerlo en un cine, en la pantalla más grande que tengas a la mano.

A todas luces, esta película tiene todos los atributos para consagrarse como el relato de ciencia ficción más importante de 2021. ¿Sus alcances resonarán en la historia del cine? ¿Será una película para el acervo fílmico mundial, como algunos han anticipado? Eso está por verse. Solo el público puede darle esa venia. De momento, DUNA me gusta para que algún día alcance al menos el estatus de culto entre los fanáticos del género. Pero no sé si está emplazada a ser la nueva STAR WARS, como se ha rumorado. Para ello, tendremos que esperar a ver la saga entera y descubrir con cuántas ganas la abraza el público dentro de su imaginario colectivo.


DUNA es un estreno de Warner Bros. Pictures. En cines desde el 21 de octubre.


Una crítica de Arturo Garibay para TOPCINEMA.
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