★ ★ | Por Arturo Garibay

El currículo festivalero de una película puede jugarle a favor o en contra. A mí me ha pasado un poco lo segundo con 50 (O DOS BALLENAS SE ENCUENTRAN EN LA PLAYA), la película de Jorge Cuchi que ha llegado al Festival Internacional de Cine de Morelia tras su paso por los festivales del Cairo, La Habana, Toulouse y Venecia. ¿Malamente permití que las expectativas se me inflaran?

50 (O DOS BALLENAS SE ENCUENTRAN EN LA PLAYA) nos cuenta la historia de Elisa (Karla Coronado) y Félix (José Antonio Toledano), dos jóvenes que se conocen gracias a que están enfrascados en el infame Juego de la Ballena Azul. Conforme se acercan al reto final, el lazo entre ambos se fortalece. Por si lo has olvidado, te recuerdo que el juego o reto de la Ballena Azul se viralizó en internet unos años atrás. Consistía en cumplir con 50 tareas arriesgadas hasta llegar al último desafío: suicidarte.

Entre el frenesí de la juventud, la rebeldía, la depresión, el sentido de exclusión, la sociopatía y alguna que otra patología mental, los protagonistas del filme —inspirado en hechos reales ocurridos en la CDMX— nadan en el océano de su sino aciago. Elisa y Félix coquetean así con tánatos, la pulsión de muerte, y lo hacen cometiendo actos destructivos o autolíticos, según lo que el reto solicite.

Cuchi asume el riesgo de contar una historia muy complicada. Un paso en falso, y el relato podía caer en el paroxismo y/o en la banalización de la angustia adolescente. En ese sentido, 50 (O DOS BALLENAS SE ENCUENTRAN EN LA PLAYA) es un melodrama de maduración que retrata la superficie sensacional de sus personajes, comienza a rascar en sus motivaciones, pero no alcanza a tocar el nervio del asunto. Hay algo en el filme que se siente vacío o, al menos, incompleto. Me he quedado con una Elisa y un Félix deshumanizados. No logré ver la radiografía de sus emociones, si acaso solo su faz.

En contraste, tanto Karla Coronado como José Antonio Toledano merecen ser aplaudidos. Ambos comparten un tono interpretativo casi simbiótico. El trabajo de la dupla estelar con el director ha dado dividendos: transmiten claridad sobre sus personajes, sobre su relación con la cámara y sobre lo que le han de entregar histriónicamente al espectador.

Otro logro es el de la puesta en cámara de la película. La lente de José Casillas encuentra los espacios, distancias y emplazamientos correctos para que, como espectadores, recorramos el relato de Cuchi. Las imágenes son sencillas, pero llegan a encumbrase con poderío cuando así tiene que ser.

Del mismo modo, Cuchi también ejerce desde la cámara algunas soluciones creativas dignas de aplaudirse. Por ejemplo, los encuadres hacen que los adultos no tengan rostro en este relato juvenil. Para Karla y Félix, el mundo de los adultos es un mundo de voces y reclamos, donde no existe la empatía genuina ni la posibilidad de encontrar una mirada compartida.

Con todo y sus fisuras, si algo agradezco es que 50 (O DOS BALLENAS SE ENCUENTRAN EN LA PLAYA) no sea una película con una voz aleccionadora obvia o de moralejas fáciles. ¿Puede ser exasperante? Sí, a la película le sobran minutos, sus dos horas de metraje son excesivas. En acciones y emociones, la película se vuelve reiterativa. Como ves, este largometraje es una experiencia de claroscuros. Puedo notar sus atributos competitivos y festivaleros, solo que me han agotado más de lo que me emocionaron.


50 (O DOS BALLENAS SE ENCUENTRAN EN LA PLAYA) forma parte de la competencia oficial del FICM.

Lee nuestra cobertura del Festival Internacional de Cine de Morelia aquí.


Una crítica de Arturo Garibay para TOPCINEMA | Enviado especial
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