★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay

¡Mesmerizante! No se me ocurre otra palabra para definir la restauración que la Filmoteca de la UNAM y la Cinemateca francesa han realizado de DOS MONJES, el clásico de Juan Bustillo Oro estrenado originalmente en 1934. A más de 85 años de su estreno original, el filme continúa siendo una pieza que despierta la fascinación y que te engrapa la mirada a sus imágenes de herencia expresionista.

En un monasterio corre el rumor de que un monje ha sido poseído por el demonio. El prior le encomienda a un fraile recién llegado investigar la situación. El encontronazo entre el poseso y el hombre santo será violento y, además, provocará que un secreto del pasado salga a la luz. Es así que escucharemos la historia de Javier (Carlos Villatoro), un músico tísico que se enamora de su vecina, Anita (Magda Haller). Acto seguido, Juan (Víctor Urruchúa), un viejo amigo de Javier, regresa a su vida tras una larga ausencia.

DOS MONJES es una película osada en muchos sentidos. Bustillo Oro no escatimó en creatividad ni en experimentación en esta joya gótica del cine nacional. El filme abre como una película de terror, una pieza de atmósfera angustiante e inmersiva que inspira sus espacios, sus líneas anguladas, sus texturas y su luz directamente en el expresionismo alemán. Lo que podría parecer una referencia tardía se siente más bien como tributo y reverencia, una exploración sobre las posibilidades de la corriente fílmica alemana en el cine mexicano. Y es que, inevitablemente, el relato turbio y espeluznante termina por transformarse en algo más al incorporar elementos que relacionamos con nuestras películas: el melodrama, la tragedia y el romance musical. En este caso, el híbrido es capaz de aprisionar al espectador.

Dicho esto, el planteamiento del relato nos promete una trama de horror religioso que abre un intrigante paréntesis dentro del cuál hay una historia de amor funesto. La trama romántica del filme presenta dos trazos claros: por un lado, el triánglo amoroso integrado por Javier, Anita y Juan. Por el otro, la relación de amistad entre Javier y Juan, que roza el homoerotismo. DOS MONJES es, en ese sentido, una película sensual, libidinosa a su manera. Las miradas entre los personajes pueden llegar a ser incendiarias. La proxémica es un lanzallamas. Dios y el diablo se hacen de lado para dejar que las pasiones transiten. ¿Cuál amor provoca la renuncia más dolorosa? ¿El de la futura esposa o el del amigo perdido?

Volver a ver DOS MONJES fue un deleite. El título, estrenado allá en los años previos a la llegada de la Época de Oro del cine nacional, se siente todavía fresco y propositivo. Hay algo bravío y salvaje en él. Además, hace que aflore en uno la pregunta de si realmente hemos valorado el trabajo y el legado de Bustillo Oro en su justa medida. El cineasta mexicano es más que Ahí está el detalle, Cuando los hijos se van o El hombre sin rostro. Ya es raro encontrar realizadores así de completos.


La restauración de DOS MONJES formó parte del FICM 2021.

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Una crítica de Arturo Garibay para TOPCINEMA | COBERTURA ESPECIAL
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