El cine, el futbol y la juventud son declaraciones de vida. Así podría pensarse, si se quisiese, el nuevo largometraje del aclamado cineasta italiano Paolo Sorrentino. El realizador entrega una película muy disfrutable y también muy bien pensada. FUE LA MANO DE DIOS (The Hand of God, 2021) es una comedia de disfuncionalidad familiar, un drama de corte coming of age y hasta una apología colorida de la pasión futbolera, donde Maradona sirve de McGuffin.
FUE LA MANO DE DIOS cuenta la historia de la familia Schisa. El padre es un banquero mordaz; la madre, una bromista incorregible; el hijo mayor es un universitario baquetón y el menor está parado en el umbral del despertar sexual. Ellos son Severio, María, Marchino y Fabietto, respectivamente. Su vida –y la de todos los napolitanos, según parece– está a punto de estremecerse porque se dice que Maradona dejará el Barcelona para irse a jugar al Nápoles.
La flamante pieza de época de Sorrentino está dividida en dos movimientos, ambos con ánimos ochenteros. Durante el primero, lo que vemos es una película coral: el relato explora los dramas y comedias en la vida de los Schisa. En esa primera mitad hay rencillas familiares, carrilla pesada, infidelidad, deseos y pronósticos futboleros. El segundo movimiento es abandona lo coral, lo colectivo, para convertir el relato en una historia de maduración enfocada en Fabietto Schisa. El futbol, la sexualidad, la cinefilia y la muerte han de motorizar al personaje hacia el futuro.
FUE LA MANO DE DIOS es una película que explora la cinefilia de Sorrentino, o esa impresión me da. Además, hace uso de «fantasmas» o «apariciones» casi «dickensianas». Un monjecito fantasmagórico, un futbolista, un criminal y un cineasta son algunos de los «espectros» que emplazan a Fabietto a lanzarse cuesta arriba en la ruta de crecer, pasar de la adolescencia a la adultez.
En buena medida, FUE LA MANO DE DIOS utiliza como columna –o como bastón, si acaso el recurso se resiente más que se disfruta– el factor nostalgia para contextualizarnos en el mundo y las emociones de los Schisa. La herramienta, que puede ser chapucera, al final funciona porque nos ayuda a crear un puente de empatía tanto en los momentos más brillantes como más cuestionables de la familia estelar.
Lo mismo pasa con Fabietto que, a final de cuentas, es el personaje con el que más importa que hagamos «clic». En el relato de Sorrentino, acompañanos a Fabietto en sus múltiples descubrimientos y el acto de crecer, de afrontar y pasar los tragos de la vida.
Aunque el tono puede sentirse disparado por momentos, aunque es una película donde los momentos fuertes y débiles pueden parecer arbitrarios, o incluso si se percibiese una narrativa desprolija, ver FUE LA MANO DE DIOS es muy disfrutable. El filme es volátil pero entrañable, y es por esta última razón que se queda con nosotros hasta su último y distentido plano, sobre el cual corren los créditos finales y en el que el futuro es una bella y emocionante posibilidad.
FUE LA MANO DE DIOS es la selección de Italia rumbo al Oscar 2021 y tuvo su estreno en México en el marco del FICM 2021.
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Una crítica de Arturo Garibay para TOPCINEMA | COBERTURA ESPECIAL
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