Retomando la idea del encabezado de esta pieza, hay algo muy político en la juventud. Ser joven implica una postura, pero también ser objeto de deseo de las fuerzas que nos circundan. En LOS CONDUCTOS de Camilo Restrepo encontramos a un joven en rebeldía: desea concretar su deseo de asesinar al líder de una secta de la que formó parte. Ha despertado.

Con un sentido del ritmo confrontativo, planos distendidos, encuadres diseñados con presición, actores naturales y la firma de un artista que ha explorado ya el potencial audiovisual como vehículo para la creación, LOS CONDUCTOS se estrena en nuestro territorio. Ante ello, en TOPCINEMA charlamos con el realizador colombiano Camilo Restrepo sobre esta provocativa obra.

Pinky tiene esta imagen casi mesiánica, muy al modo judeocristiano. Hasta podría ser una estampita o un cromo. Así que me gustaría empezar charlando sobre la religión en LOS CONDUCTOS. Como espectador, me ha quedado esta sensación de que el filme utiliza la religión como combustilble. ¿Fue parte de tu materia prima?

Pues no es una película sobre la religión, sino una película sobre la manipulación. Esta película está basada en la vida real de este personaje que se llama Pinky. Su aspecto no fue modificado, no le dijimos que debía parecerse a Jesús, él realmente es así. Yo lo conocí hace muchos años, entonces era el novio de mi hermana. Se veía igual entonces. Poco a poco conforme lo fui conociendo él fue explicándome su vida y dándome a conocer ese aspecto cristiano que se traducía en una fe muy fuerte… una fe que fue utilizada para manipularlo. El responsable fue el jefe de una secta religiosa, el sujeto se hacía llamar Padre, tenía discípulos y todo. De verdad que si yo hubiera escrito esto, si lo hubiera inventado, lo habría rechazado por grotesco quizás, pero a veces la realidad supera la ficción.

No quiero entrar en el terreno de la religión porque no es una crítica directa a ésta, sino una crítica a lo que se puede hacer con la religión en lugares donde el Estado es tan débil como en Colombia, donde la sociedad está tan desprovista de recursos que cualquier cosa que se inventa la gente para ganarse la vida a costa de otros, funciona. Un lugar donde la juventud no ve ninguna perspectiva de vida y se aferra a la primera idea que le dan. Imagina a Pinky de joven, rechazando a sus padres pero creyendo en la misma tradición que ellos y así siendo enrolado en un sistema que busca la rebeldía y termina en sumisión.

¿Piensas a LOS CONDUCTOS como una película política? ¿Sabes por qué te lo pregunto? Porque me parece que ser joven es un acto político, más aún en países como el tuyo o el mío.

A mi me encantan los jóvenes en ese sentido, porque ellos encarnan esa rebeldía en el momento que cortan el hilo con el patriarca. El hijo no se deja conducir, sino que se rebela para conducirse a sí mismo y adoptar su propia conducta y hacer su libre albedrío. Es interesante esa idea de la juventud como acto político.

Cuando fui a presentar la película en Colombia, los jóvenes entendieron el mensaje que puede leerse al final del filme y que es político. Según el poeta, si Colombia no le da un mejor hogar a sus hijos, si se les sigue destinando a la muerte y no a la vida, resucitara Desquite y él regará la sangre donde sea. Cuando estrenamos la película en Colombia había manifestaciones de los jóvenes contra el gobierno, había jóvenes que estaban ahí listos con palos de madera, con cascos de bicicleta, contra la policía colombiana, tenían todas la de perder pero tenían una fuerza increíble. Cuando vieron la película se identificaron con el protagonista. Es la hora de conducirse a sí mismos. No es un mensaje que yo haya buscado, sino que se entiende así. Las películas terminan de construirse en los contextos en los que se muestran.

Llevas muchos años viviendo fuera de tu país, Camilo, así que has podido mirar a Colombia desde la distancia. Esta situación, ¿cómo ha fortalecido, transformado o impactado tu discurso sobre lo colombiano?

Creo que es, sobre todo, una cuestión de identidad. Me veo colombiano y me veo forastero, creo. Por supuesto, me tengo que ver como alguien dual, pues tengo dos vidas, una en Francia y otra en Colombia. Cuando comencé a hacer cine lo hice pensando en mi generación, fui la generación de los años noventa, esa que salió corriendo del país. Sentí que no hubo rebeldía, que decidimos que o nos íbamos o nos iban a matar, que no íbamos a vivir en una Colombia digna y mejor dijimos adiós. Hubo un éxodo muy impresionante en esa época. En 2011 pensé por primera vez que volvería a Colombia con una cámara y quise entender por qué ocurrió el éxodo, por qué no vimos un futuro. Entonces mis tres primeros cortometrajes fueron de por qué Colombia había sido marcada por esos años de guerra. Digamos que el culmen de esos trabajos es un documental que hice que se llama LA IMPRESIÓN DE LA GUERRA.

De ahí pase a preguntarme de mi vida de colombiano fuera de Colombia, mi vida de parisino. Vida de gente que tiene un pie en otro lado. Hice otros dos cortometrajes con gente como yo, eran africanos viviendo en Francia. Ellos tienen una marca más fuerte, que es la de la piel. Es tremenda la discriminación que conlleva ser negro en un país de blancos, de migrar del país de colonizado al país de los colonos. Entonces de ahí fue que muy naturalmente comencé a hacer películas de eso.

Hoy en día, veo Colombia no tanto queriéndola entender, tengo bastante distancia con la Colombia contemporánea, pero me interesa mucho su historia. Busco enriquecerme más de tiempos en los que no viví en vez de pensar en los tiempos que se viven hoy.


LOS CONDUCTOS es un estreno de Interior XIII.

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Entrevista por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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