★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay
«Inquieta vive la cabeza que lleva la corona», escribió Shakespeare. Así mismo lo ilustra el cineasta chileno Pablo Larraín en SPENCER, su más reciente opus que, desde la ficción, hecha una mirada a una de las mujeres más icónicas del siglo XX: Diana de Gales. Ciertamente, Larraín no recurre a la biopic de recetario, sino que cocina una ficción, hace una escultura narrativa y dramática alrededor del tótem. Y el resultado es una película exquisita, elegante y atrapante.
La familia real se prepara para las fiestas navideñas. Diana maneja por la campiña inglesa, extraviada. Su «despiste» la lleva a reencontrarse con un símbolo de su pasado. Lo que sigue para Diana son tres días de agonía y asfixia emocional bajo el manto monárquico. Su relación con el Príncipe Carlos es fría, sobre todo tras el affair con Camilla Parker. Diana parece perdida, su proceso de deconstrucción ya es irreversible.
SPENCER de Larraín no es un filme de intenciones concretas. Si buscas un análisis explícito de la monarquía, un examen de las costumbres del privilegio o cualquier cosa por el estilo, puede que no lo encuentres. SPENCER es más bien un relato mínimo, una suerte de slice-of-life sobre la frustración y sus transformaciones, sobre la opresión emocional y la inasequible emancipación definitiva. Y, también, sobre cómo el entorno puede desdibujar a un individuo. Pero nada de esto juega un papel regente, de todo hay solo pinceladas, cosa que le da su identidad fílmica al relato.
STEWART, REINA DE LA PANTALLA
Como ya se ha comentado hasta la insanidad, Kristen Stewart juega un papel estelar en el filme. No me refiero exclusivamente a que hace el papel protagónico, sino a que su presencia hace la diferencia y le confiere a la película mucho de su atractivo. ¿Lo interesante? Que el factor estrella no eclipsa la factura de la pieza.
Stewart ofrece una actuación muy llamativa, magnética, de esas que reclaman los reflectores. La actriz se convierte en el epicentro, el eje gravitacional del filme. Es más, hasta los excesos le quedan bien a su papel. Stewart atrapa miradas, es la columna vertebral de un filme muy rico y ofrece una actuación imposible de ignorar, con todo lo necesario para ser reconocida y galardonada.
Pero Kristen no va sola en la aventura, con todo y que monopoliza el tiempo en pantalla. El resto del elenco incluye a talentos infalibles como Sally Hawkins, Timothy Spall, Jack Farthing y Sean Harris. Con la parte interpretativa no hay pierde. SPENCER es una ganadora incontestable.
Sin embargo, las virtudes de SPENCER no terminan ahí. Si bien es cierto que el filme podría ser tildado como la pieza más preciosista de Larraín a la fecha (hay quienes piensan que lo «preciosista» es sinónimo de frivolidad), en este largometraje hay mucha artesanía y claridad creativa.
La puesta en cámara de SPENCER es certera y muy adecuada para el relato que Larraín nos cuenta. La dirección de fotografía de Claire Mathon es una chulada, la paleta de color es una golosina, el diseño de producción de Guy Hendrix Dyas llena las pupilas… y ni qué decir de la partitura de Jonny Greenwood, quien ha tenido un año fenomenal y que nuevamente nos entrega una banda sonora de ensueño.
Creo que ya has podido notar que disfruté mucho de SPENCER. Me parece que es una pieza estilosa y agraciada, un gozo. Larraín vuelve a coronarse con otra película digna de verse.
SPENCER es un estreno de Diamond Films, ya en cines.
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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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