★ ★ ★ | Por Arturo Garibay

Amo a Kenneth Branagh y amo los whodunits. Huelga decir que claro que me la pasé bien en el cine, viendo MUERTE EN EL NILO, la segunda pieza fílmica del cineasta irlandés basada en la mitología herculiana de Agatha Christie. El filme está lejos de ser perfecto, o de ser una proeza, además de que nos somete a un arco introductorio cuestionablemente distendido. Sin embargo, cumple con la promesa de su título y de su género. Branagh firma un relato entretenido y elegante, quién sabe si memorable (eso lo decide el público a la larga), pero sí lo suficientemente atractivo como para acompañar a Hércules Poirot mientras desentraña el misterio.

En MUERTE EN EL NILO encontramos a Poirot (Branagh) de vacaciones en Egipto, donde inesperadamente se reencontrará con su viejo amigo Bouc (Tom Bateman), a quien ya conocimos en la intriga anterior: ASESINATO EN EL EXPRESO DE ORIENTE. Juntos se sumarán a los viajeros que acompañan a Linnet (Gal Gadot) y Simon (Armie Hammer), una pareja de recién casados que realiza un ostentoso viaje de bodas. Pero ambos son acosados por una mujer conectada al pasado de ambos. Como dicta el canon, un asesinato dará pie a que Poirot entre en acción, en una trama donde todos son sospechosos.


Una cosa en la que Branagh brilla invariablemente (pues sus talentos como director y actor son equiparables) es en la dirección de los elencos. MUERTE EN EL NILO no es la excepción. El realizador es muy bueno para ecualizar interpretaciones cuando tiene repartos numerosos y nutridos. En la película vemos a intérpretes como Gadot, Hammer, Judi Dench, Annette Bening, Russell Brand, Laetitia Wright, Rose Leslie, Emma Mackey y varios más, todos jugando al mismo juego, compartiendo el mismo tono actoral, haciendo equipo en pos del mismo relato. Esto se logran con talento y pericia, cosas que Branagh tiene de sobra.

Aunque soy fan recalcitrante de Branagh, eso no me impide darme cuenta de que la película tiene sus defectos. Quizá el más problemático sea su ya citado primer acto, innecesariamente —¿o forzadamente?— largo y del cual solamente rescato la backstory del bigote de Hércules Poirot y la incendiaria escena del club nocturno. Ocurre, pues, que tardamos mucho en llegar al asesinato que detona la trama y, por tanto, a la investigación, las dudas y las intrigas. Eso sí, una vez ocurrido el crimen, la historia vuelve a su entretenido cauce.

Al final, yo sí que vería otro relato más de Branagh como Poirot. ¿Habrá más?


MUERTE EN EL NILO es un estreno de 20th Century Studios. Ya en cines.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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