★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay

Un deleite de coming of age es lo que ha firmado Paul Thomas Anderson, a quien mis pupilas consagran como uno de sus cineastas infalibles. Cuando se trata de las películas de P.T., me declaro fan. Y LICORICE PIZZA no es la execpión. El entrañable filme brilla gracias a la rúbrica del realizador, presume un estilo, una puesta en cámara, una ecualización del elenco y un guion encomiables, de auténtica ovación.


La industria del entretenimiento te envejece: así lo demuestra Gary Valentine (Cooper Hoffman), un chico de 15 años que ha trabajado por mucho tiempo como “niño actor”. Ahora ha llegado a una edad en la que no encaja más dentro de la industria de las apariencias, ya sea por el cambio de voz, por su altura o por la piel con acné. Durante una sesión de fotos escolares, Gary conoce a Alana Kane (Alana Haim), una joven mucho mayor que él. Al modo de los adolescentes, Gary tiene un crush inmediato con ella, que lo mira como un niñito encimoso e insufrible, pero también peculiar.

Es así que el inquieto y efusivo Gary inicia una relación de amistad con Alana, quien se enreda en cada emprendimiento del chico. Él ve en Alana su objeto de fascinación definitivo; en contraste, ella repudia la inmadurez y los arrebatos de Gary, pero ¿acaso también ve en él su última oportunidad de aferrarse a la juventud antes de, irremediablemente, asumirse como adulta? “¿Es raro que me junte con puros chicos de 15 años?”, pregunta Alana en algún punto de la película.

LICORICE PIZZA se destaca particularmente por el gozoso descubrimiento de Alana Haim y Cooper Hoffman, una dupla debutante que entrega actuaciones sin fisuras. Como actriz, Alana —de la venerable agrupación pop Haim— resulta una revelación total y fulminante. Tiene una presencia que inunda la pantalla, es una natural y reclama los reflectores de cada una de sus escenas.


Por su lado, Cooper —hijo del tótem Philip Seymour Hoffman†— es un talento en desarrollo, magnético incluso cuando su personaje es insufrible. Si Hoffman llega a dominar el oficio al 25 por ciento que su padre, se convertirá en un actor encabronadamente bueno. Lo que vemos de él bajo la dirección de Anderson —quien, de hecho, dirigió muchas veces a su padre— es prometedor y emocionante. ¿Es por eso que hay algo en LICORICE PIZZA que se siente como “de familia”, cercano?

Sin afán de celebrar argumentos necios que dicen que la película es moralmente problemática, solo diré que, por supuesto, LICORICE PIZZA trata sobre dos personajes problemáticos. Raros. Desarticulados, aunque se crean enteros. Alana y Gary viven su rareza en una época igualmente extraña, los tiempos de la ruptura de la ingenuidad institucional. Para el adolescente, no hay barreras infranqueables para desear a su objeto de capricho. Nuestra adulta vive una ruptura interior ante el abandono definitivo de la juventud. Lo cagado es que —para los incomodados— la película se vuelve problemática hasta su secuencia final, no antes. En la relación de la dupla no hay malicia ni rapiña, hay ineptitud.

Su amor/amistad/camaradería/simpatía/aprecio/atracción (llámalo como quieras) es ese coscorrón que te abre los ojos a la maduración (anticipada o tardía). Así que sí, tendría que ser “problemática” incluso aunque tenga cierto cariz del cine romántico.


Paul Thomas Anderson le suma otra joyita a su tremenda filmografía. El director de BOOGIE NIGHTS vuelve a explorar la identidad, la pertinencia y el caleidoscopio humano desde el pasado. En LICORICE PIZZA, P.T. nos entrega un relato que detona sonrisas incesantes. De verdad, no pude dejar de sonreír todo el tiempo. El filme retrata el atolondramiento de la juventud. Imposible no mirarse en esa superficie reflentante.

El realizador de EMBRIAGADO DE AMOR nos entrega entonces —y muy a su manera— su película más feel good. Pero no por ello es una película menor. No importa si se trata de MAGNOLIA, PETRÓLEO SANGRIENTO, THE MASTER o EL HILO FANTASMA, Anderson cautiva desde lo humano, sin efectismos. Es el gran sastre del cine estadounidense contemporáneo. O, en este caso, el mejor pizzero de Hollywood.

Nominada a tres premios Oscar, incluyendo Mejor Película, LICORICE PIZZA es emotiva y divertida en igual medida, una película romántica donde las contradicciones juveniles son el caldo de cultivo. Amé.


LICORICE PIZZA es un estreno de Universal Pictures. Ya en cines.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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