★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay

Mesmerizado. Así terminé después de ver MEMORIA del cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul, un consentido del circuito de festivales que ha corrido con una suerte sinuosa al buscar las miradas del gran público. A mí, para variar, el realizador me ha puesto en trance. Resulta que conecté totalmente con la película en una sala partida en dos: la mitad teníamos los ojos pegados al poema audiovisual, sin poder parpadear siquiera, tratando de desentrañar el misterio; la otra mitad había caído en el arrullo del filme, dormían plácidamente sin saber que eran, así, cómplices de la experiencia. Qué cosa.

Una mujer llamada Jessica (Tilda Swinton) escucha un extraño sonido en casa. Es de noche y el ruido la ha sacado de la cama. ¿De dónde ha venido ese golpe? A partir de ese momento, nuestra protagonista se emplazará en una búsqueda sonora. El viaje la llevará por los lugares obvios —un estudio de grabación— e ignotos —el interior de la selva— en un periplo formalmente naturalista, pero fílmicamente onírico.

Con parquedad estética, un número muy limitado de tomas, grandes planos generales y un ritmo parsimonioso, Weerasethakul explora atípicamente la memoria, el sonido y el origen. El viaje es inaudito en todas las acepciones del adjetivo, nos lleva a un final donde el deus ex machina se conecta con el «cómo no lo vi venir».

memoria

No sé exactamente cómo es que uno «entra» en MEMORIA, cómo es que uno cae en el juego del realizador y acepta acompañarlo a lo largo del trayecto de su personaje principal. Lo que sí puedo contar es lo que me pasó a mí en concreto: Hacía apenas unas semanas había ido con el otorrino porque por las noches escuchaba una serie de ruidos en mi oído interno, como golpeteos apagados, quedos pero reiterativos y, por tanto, molestos. Nunca supimos su origen. Solo se fueron. Por supuesto, quedé enrdado en MEMORIA desde su primera escena. En la ficción, Swinton buscaba el origen de un sonido inexplicable mientras yo lo vivía en carne propia. Asumo que cada espectador que no cedió ante la sedación intencional de Weerasethakul habrá tenido sus propios motivos para no doblegarse ante la canción [película] de cuna del tailandés.

En cuanto al elenco, solo puedo decir lo obvio: Swinton es el gran efigie actoral de nuestra era. Es omnipotente en el terreno de la interpretación. En MEMORIA no es la excepción. En inglés, en español o en silencio, Tilda convence con su voz, sus posturas y su mirada, siempre. A su vez, Daniel Giménez Cacho nos muestra con mucha discretud y mesura —y poco tiempo a cuadro— que su solvencia actoral es total.

MEMORIA no es una película para todo público. Hay que ser un cinéfilo osado, al que le gusten los retos audiovisuales y las aventuras fílmicas. Y ver MEMORIA es una batalla que se gana o se pierde. No hay términos medios. La amas o la odias, tajante. Lo que sí tengo que puntualizar es que es una experiencia para pantalla grande. Tengo la sensación de que su efecto debe disolverse en una pantalla plana o en un móvil. Así que si vas a apostarle, que sea a lo grande: vela en el cine.


MEMORIA es un estreno de Piano. Ya en cines.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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