★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

La biopic suele ser, por antonomasia, una oportunidad para adentrarnos en la vida de un personaje público —del pasado o del presente— desde algo parecido a la verdad. Sí, una suerte de “verdad” que la ficción y el punto de vista autoral pueden posibilitar. Es así que el grueso de las películas biográficas se distinguen por su verosimilitud. Aunque mientan. Incluso las biopics más excéntricas suelen dejarnos con la sensación de que la lectura fílmica es algo cercano a lo que realmente vivió nuestro sujeto de biografía. Pero LA VOZ DEL AMOR (Aline, 2021) es ligeramente distinta.

Una niña llamada Aline Dieu (es decir, Céline, pero hay que marcar la debida distancia y construir ficción para esta biografía) nace con una voz privilegiada, bellísima y potente. Pronto destaca entre su numerosa familia, es acercada a un representante e impulsada para convertirse en súper estrella. Pero, como dicta el canon, no será sencillo. Aline tendrá que lidiar con un amor prohibido, la explotación de la industria, los estándares del negocio y el deseo de tener, también, una vida de familia.


Dirigida y protagonizada por Valérie Lemercier, la biopic no oficial de Céline Dion es al mismo tiempo melodrama y comedia de humor negro; musical y farsa; mentira y verdad; documento e invención. O sea, es una fake biopic que sabe exprimir sus recursos. El filme se apega al timeline de la estrella, recurre a muchas verdades pero también se desenvuelve con libertad, sin ataduras al icono. Me da la impresión de que el compromiso de Lemercier está con Aline, más que con Céline.

El exquisito absurdo —y que le da identidad a la película para que funcione en igual medida como drama biográfico y comedia— tiene un arranque genealógico que desemboca en el nacimiento de la pequeña Aline. A la niña le impostan la cara de la actriz Valérie Lemercier, así que ya puedes imaginar el desconcierto de ver el rostro de una mujer de casi 60 años pegado digitalmente al cuerpo de una niña de siete ó 12 años. Empero, el recurso sirve para establecer el tono e identidad del filme: Lemercier —como actriz, como guionista y como directora— deja patente que esta es su versión de Céline, que Aline es una criatura de su propiedad y que la tratará como le venga en gana durante los próximos 120 minutos de pietaje.

Lemercier no solo se luce en su interpretación y en su entendimiento de la comedia fársica —incluso ganó el César a la Mejor Actriz por este papel—, también entrega un retrato que se regodea con las adversidades de la fama y nos invita a reflexionar sobre cómo se construye un ídolo del tamaño de la Dion. En el epicentro, Lemercier celebra la filosofía de trabajo de la cantante. Así que vemos a una Aline que se sobrepone a la enfermedad, a la sombra materna y a la sobresaturación de su agenda de conciertos. Desde el humor y el llanto, Lemercier apuesta por contar esta historia como un relato en el que la disciplina y la determinación hacen la diferencia. Puede ser una película algo ingenua, a veces ascéptica, pero queda claro que la cineasta se apegó a su intención creativa de cabo a rabo. Y eso es encomiable.

LA VOZ DEL AMOR es una pieza muy disfrutable, un caramelo para el gran público y una mezcla de tributo y “mala leche”, pero con un propósito: mientras otras biopics apuestan por desmitificar los mitos, Aline se encumbra hasta lo inalcanzable, y su condición de “diosa” arranca lágrimas y bromas en igual medida. Bien por Lemercier y también por nosotros, que como público podemos acercarnos a Céline Dion pero sin manchar al tótem pues, al final, esta es la historia de una chica llamada Aline.


LA VOZ DEL AMOR es un estreno de Cinépolis Distribución. Ya en cines.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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