★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Si ya has decidido que verás RED ROCKET, prepárate. Lo digo en serio y en el mejor de los sentidos. El cineasta estadounidense Sean Baker nos trae un relato agrio sobre un personaje insufrible. Con pericia y una cantidad descomunal de humor corrosivo y fulminante, el director y guionista nos convence de acompañar a su sociópata, mitómano, abusivo y fracturado protagonista en un periplo de seducción por unos EEUU que Hollywood no filma nunca, pero que el cine independiente ha logrado retratar: un país donde el sueño americano es una pesadilla.

Mikey (Simon Rex, implacable) es un actor porno caído en desgracia. La debacle lo ha llevado de regreso al pequeño pueblo texano donde creció: un lugar estéril, desabrido y olvidado de la mano de Dios. Es así que Mikey llama a la puerta de su ex esposa, reconecta con una dealer del pasado y comienza una abyecta estrategia para seducir a una chica de 17 años que se hace llamar Strawberry (Suzanna Son) y que trabaja en una tienda de donas.

La comedia es, regularmente y según los cánones del cine de consumo, un género edificante, positivamente estimulante (ahí perdón por las cacofonías). La gente busca la comedia para sentirse bien. Y es por eso mismo te decía que tienes que ir “preparado” cuando veas RED ROCKET. Baker utiliza la comedia descarnada y brutal para retratar la realidad que circunda a Mikey, sus terribles decisiones y la desesperanza endémica de su entorno. El resultado puede ser divertido (para quienes prediquen el humor de mala leche) pero también abrumador.

Al final de la proyección, al salir del cine, escuchaba a una mujer horrorizada, que decía que la película fomentaba la pedofilia y la drogadicción. Y yo pensaba que, si acaso, ocurría lo contrario, porque Mikey es todo, menos un ejemplo a seguir. Nuestro protagonista es el pivote de un filme donde podemos ver el (los) fracaso(s) de la “América” capitalista, de un sistema que presume su funcionalidad pero que también ha alimentado los sentimientos “trumpistas”, radicalizados y violentos (en lo emocional, en lo social, en lo económico, en lo moral, en lo ético) en una muy buena parte de su población.

RED ROCKET no pretende ser una película aleccionadora, ni busca deshebrar la conciencia de Mikey ni condenarlo por ser actor porno. Eso es lo de menos. Mikey cava su propia tumba en la medida en que miente, engaña, manipula, se vuelve codicioso, convenenciero, en la medida en que se inventa peroratas para autoedificarse porque nadie, absolutamente nadie a su alrededor, tiene nada honesto, significativo, genuino o motivador qué decirle. Mikey y todos los que lo rodean viven a tientas.

Así, Mikey termina caminando por el terreno de lo injustificable: toma el grooming como una misión personal, la gloria definitiva. Así de jodido es su mundo: el único trofeo accesible —él siempre está presumiendo que es ganador de múltiples premios AVN, el “Oscar” del cine porno— es una jovencita crédula, en pleno despertar sexual, que también se ha desencantado de la reseca cotidianeidad y de lo poco que su entorno inmediato puede ofrecerle. La mezcla es explosiva, pero Mikey es el ruín catalizador.

Con una estética deslavada, Baker firma una película que se siente como un puñetazo en el estómago. RED ROCKET es una película de una hilaridad tan siniestra que podrías no reírte. A mí me ha pasado que la película me dejó muy “bajoneado”, salí hecho trizas, pero también agradecido con Baker por esta bofetada audiovisual que te hace cosquillas y te destruye al mismo tiempo. Por eso digo que en RED ROCKET la vida es un centro de dona: puro vacío.


RED ROCKET es un estreno de Cine Caníbal.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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