★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Hace un año, LA CIVIL detonó una ronda de aplauso y ovación de casi diez minutos en el 74° Festival de Cannes. Ahora, el filme dirigido por Teodora Mihai vuelve a reclamar los reflectores con su llegada a salas de cine comerciales de México. La película demanda ser vista. En momentos donde la violencia en el país ha tomado rasgos endémicos y, por tanto, se ha normalizado y naturalizado, LA CIVIL es una pieza fílmica que nos pega una sacudida necesaria, allende cualquier mérito (o demérito) audiovisual.

Cielo (Arcelia Ramírez) es interceptada por unos sujetos que le dicen que tienen secuestrada a su hija y exigen un rescate. Sin embargo, a pesar de pagarles, la joven sigue sin aparecer. Las autoridades no le ayudan. Está —terrible y tortuosamente— sola. Es así que Cielo inicia un peligroso periplo para descubrir el paradero de su hija. Huelga decir que LA CIVIL hace su aportación al cúmulo necesario de películas que tratan sobre las desapariciones forzadas en México, sobre la violencia en nuestro territorio. En este caso, el relato está inspirado en una historia real.

Lo primero que hay que subrayar sobre LA CIVIL, es que la cinta es de una pertinencia brutal. Es tan triste decirlo, como triste y descorazonador es ver la película. Es una pieza fílmica que quema. Pero esto no debe ser motivo para renunciar a verla. Por el contrario, así como la película duele, también nos invita a no invisibilizar esta realidad, a no voltearle la cara. El filme está contado con mucha soltura, te atrapa, te sumerge en su relato y te matiene con la mirada pegada a la pantalla.

El largometrajde Mihai, que ganó el Premio a la Valentía en Cannes, cuenta con el trabajo de cámara del rumano Marius Panduru. Entre Mihai y su cinematógrafo crean una relación interesante entre el espacio fílmico y los personajes. Gracias ello es que la cinta te transporta y, por tanto, impacta como lo hace.

Por supuesto, es imposible no mencionar el trabajo de Arcelia Ramírez en el papel principal. La actriz llena cada encuadre en el que aparece, se convierte en el elemento que consagra la conexión de la película con el público. Su personaje en LA CIVIL trascenderá como uno de los más memorables de su filmografía. Junto a ella, Juan Daniel García Treviño es el otro actor que merece todas las palmas. Su personaje está interpretado de una manera tan natural, que se vuelve repelente (y efectivísimo para los propósitos de la trama).

En contraste, LA CIVIL sufre de algunos deslices que son recurrentes en las óperas primas. Notarás, por ejemplo, una ecualización irregular en el trabajo interpretativo. Verás actores como el ya citado García Treviño, ejerciéndose con mucha naturalidad y convicción, mientras que otros consagrados miembros del elenco parece que están leyendo sus líneas. En fin, que encontrarás ciertos detalles mínimos que resuenan en lo artesanal, pero no en la potencia del mensaje.

Ni LA CIVIL ni ninguna otra película sobre las desapariciones y la violencia deberían ser pensadas como «otra película sobre las desapariciones», comentario que ya he escuchado de cara al estreno del filme. Nuestro acervo fílmico contemporáneo exige que existan estos relatos para que no olvidemos, no normalicemos, no desestimemos la gravedad de la situación que vivimos hoy. La ficción nutre y refleja. Cuesta trabajo observar esta superficie reflejante, sí; duele mucho, también es cierto; pero es importante ver LA CIVIL, conversarla y compartirla, para que nuestra conciencia (individual y colectiva) siga reclamando justicia. Porque cuando Cielo desciende al infierno, todos lo hacemos también.


LA CIVIL es un estreno de Cine Caníbal.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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