★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Austin Butler es un dínamo. A lo largo de las casi tres horas de metraje, el actor genera la energía inagotable que mantiene encendidas las luces de ELVIS de Baz Luhrmann (Moulin Rouge, 2001). Es innegable: los riffs interpretativos del protagonista son los que dan resonancia a un largometraje tan deslumbrante como efectista. Huelga decir que el cineasta australiano le ha estampado su estilo esta biopic que celebra al ídolo por antonomasia.

El coronel Tom Parker (Tom Hanks) cruza caminos con un joven Elvis Presley (Butler) que empieza a descollar en carnavales de condado. Parker le ofrece al cantante la posibilidad de convertirlo en una súper estrella. El resto es historia.


Como ya lo he dicho, ELVIS utiliza los recursos barrocos de Luhrmann, pero hay más: También está zurcida muy al modo de los crowdpleasers que exploran los claroscuros del éxito ajeno. La experiencia puede resultar hipnótica entre tanta estridencia, pirotecnia y efervescencia. Y es que si alguien sabe de artificios efectivos es Luhrmann, que no cede cuando se trata de que se note su firma.

Empero, y si he de ser franco, sus 160 minutos de duración se sienten como 180 ó 200, al menos para algunos de nosotros. En esto creo que inciden dos factores: primero, el errático y confuso primer acto hace que uno tarde en comprometerse con el Elvis de ficción —y su correspondiente “villano”—.; segundo, que en cierto punto la peli se vuelve reiterativa y se distiende sin justificación alguna. Luhrmann pierde el sentido de la autoedición, las bellas bondades de la concisión lograda a través del corte.

Con todo, no deja de ser un espectáculo audiovisual de los que Luhrmann sabe bordar. O sea, hay que ir a ver ELVIS con conocimiento de causa: éste es un triunfo de la forma sobre el fondo en el que, aún así, el fondo trae la potencia suficiente como para causar espasmos en el gran público, como Elvis lo hizo alguna vez.


En ese sentido, ya sabes qué esperar: una dirección de arte estrambótica, un trabajo de cámara vertiginoso, un ritmo desbordado, una mezcla musical que bordea lo kitsch y un combate brutal entre lo pop, lo posmoderno, lo clásico y lo pomposo.

Luhrmann se regodea en su propio estilo y le hace una película de lentejuelas y reflectores a un tótem. Esta pieza biográfica exuda maximalismo. Quiero pensar que al menos una faceta de Elvis estaría muy, muy complacida con el resultado.


ELVIS es un estreno de Warner Bros. Pictures.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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