★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay
Levantemos el auricular y digámoslo sin mayores preámbulos: EL TELÉFONO NEGRO (The Black Phone, 2022) de Scott Derrickson es una de las mejores películas de terror del año. La cinta atrapa y no suelta. Además, Ethan Hawke es un fantástico villano; y Mason Thames, una de las revelaciones del año. Basada en un relato breve de Joe Hill, la cinta es una pieza entretenidísima que mezcla el suspenso directo con elementos sobrenaturales. Pero lo mejor es el potencial de The Grabber para trascender como un malvado icónico, porque EL TELÉFONO NEGRO me gusta para película de culto.
Finney es un niño que vive con su hermana y su padre. El chico sufre de bullying en la escuela y está consternado por las constantes desapariciones de niños en el pueblo donde vive. Pronto, Finney se convertirá en una nueva víctima del secuestrador conocido como The Grabber. Atrapado en un sótano donde no hay más que un colchón, un retrete y un teléfono descompuesto, Finney comenzará a recibir llamadas del más allá que podrían ayudarle a sobrevivir.
EL TELÉFONO NEGRO es una pieza de cine de género muy entera, firmada por el pulso de un cineasta con claridad de intenciones y pasión estilística. Derrickson, a quien le hemos celebrado películas como EL EXORCISMO DE EMILY ROSE (2005), SINIESTRO (2012) y DOCTOR STRANGE (2016), una vez más entrega una película que se disfruta de cabo a rabo. Su reencuentro con Hawke (con quien hizo la ya citada Siniestro) es fantástico. Actor y director parecen haber encontrado no solo entendimiento creativo, sino una sinergia dramática que detona una buena parte del desasosiego con el que el espectador se deleita.
El juego del gato y el ratón vuelve a disputarse en el encierro. El ratón no tiene para dónde huir. Es una presa fácil. Derrickson lo sabe, así que eleva la apuesta y enrarece la dinámica entre víctima y victimario. Maldad e inocencia se enfrentan en lados opuestos del ring de la supervivencia.
Las limitaciones del espacio no representan ningún problema para la puesta en cámara del realizador. Junto a su cinefotógrafo Brett Jutkiewicz (cuya soltura para el género la constatamos este año en la quinta peli de Scream y en la cuarta temporada de Stranger Things), Derrickson crea una experiencia inmersiva y desconcertante. No podrás apartar la mirada, incluso en los momentos de mayor desasosiego.
Mención aparte merece la identidad que ha sido creada para The Grabber. La máscara nos recuerda a la de los grandes tótems del terror, no porque sea una copia o una derivación, sino porque tiene una potencia dramática única. Puede que ciertos espectadores resientan el no saber qué hay detrás de la máscara, o cómo es que su diabólico diseño encaja con el personaje que la porta; pero, al final, eso no importa. Es precisamente lo mucho que desconocemos sobre el villano de EL TELÉFONO NEGRO lo que lo vuelve amenazante, impredecible y, para el caso, aterrador. Hawke encarna maldad pura e inexplicable.
Queda añadir que, si se desea, EL TELÉFONO NEGRO puede ser más que puro entretenimiento trivial. Derrickson coloca a su protagonista, Finney, en el epicentro de las violencias contra la infancia. Antes de ser agredido por su secuestrador, Finney era violentado por su propio padre. En un mundo donde los adultos deberían ser formadores y protectores, el joven Finney se descubre atacado; en EL TELÉFONO NEGRO, los niños tienen que protegerse entre ellos mismos de las violencias del mundo adulto, incluso si eso implica rasgar al tejido que nos separa del «más allá». Y el horror de esta ficción es solo una caricatura de lo que un niño víctima de violencia puede llegar a vivir en la realidad.
Estamos, pues, ante un clásico en ciernes. El filme es una pieza de factura muy clásica, tan de género como de época. Si el gran público la favorece, EL TELÉFONO NEGRO trascenderá como una de esas obras de consumo popular para la posteridad. El terror americano tiene una nueva pieza de la cual sentirse orgulloso.
EL TELÉFONO NEGRO es un estreno de Universal Pictures.
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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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