El caso de NO TE PREOCUPES CARIÑO es lamentable. Aunque no me gusta mucho hablar de lo «extracinematográfico», pues prefiero sopesar las películas por lo que son y no por lo que las rodea, en este caso el marketing amarillista del filme nos lo ha puesto difícil. NO TE PREOCUPES CARIÑO se ha ganado su notoriedad a punta de escándalos, chismes y toda clase de diretes; es lo que es mediáticamente por sus encabezados y cotilleos, no por lo que la película ofrece… Y, bueno, ahí también tiene sus «asegunes».
Alice (Florence Pugh) es una joven ama de casa que vive en el suburbio perfecto, con los vecinos perfectos y el marido ídem. El entorno clasemediero y aséptico que la rodea es de postal boomer. Empero, tras un desconcertante incidente que involucra a una de sus vecinas, Alice comenzará a cuestionar la realidad que la rodea, esa perfección imposible que se asoma cada mañana por su ventana con cada amanecer.
NO TE PREOCUPES CARIÑO presume un trabajo visual muy interesante, pero frívolo. El filme es otro triunfo más de la forma sobre el fondo. La cinefotografía de Matthew Libatique es, como podrías esperar, de un preciosismo sobrecogedor. Lo mismo va para la dirección de arte y cualquier otro elemento plástico/técnico que entre en juego. Ahí sí que no se ha escatimado.
El problema es que si uno quiere ver escaparates bonitos, se va al centro comercial o la tienda departamental, porque al cine uno va por las historias, y ahí es donde NO TE PREOCUPES CARIÑO se va a pique. Ni como drama doméstico, ni como thriller psicológico, ni como sci-fi de camuflaje… La flamante pieza de Olivia Wilde no termina de cuajar ni de descollar. A diferencia de LA NOCHE DE LAS NERDS (Booksmart, 2019), la nueva película de la cineasta —que sigue ostentando un talento muy prometedor tras la cámara— se siente dispersa, como si fuese el producto de una realizadora distraída con otras cosas distintas a su película.
Para muestra, dos botones: Primero, la accidentada ejecución del guion, que deriva en un relato con momentos magnéticos y soporíferos, intercalados. Segundo, la irregular cohesión interpretativa del elenco: mientras tenemos a una Florence Pugh o a un Chris Pine que roban la atención del espectador y ofrecen actuaciones finísimas, también tenemos al resto del elenco apagado, casi en neutral; quizás el plato más roto de todos sea el de Harry Styles, quien, sin hacerlo del todo mal, es opacado sistemáticamente. Ni el actor ni su directora supieron cómo despojar a Styles de su stardom para poner su rostro y sus emociones al servicio de la película. Al revés, parece que fuera una consigna que la película se rinda ante él. Y no, no funciona así.
En fin, que NO TE PREOCUPES CARIÑO es una película apenas resultona y apenas entretenida. No es de extrañar que esté siendo lapidada —o, de menos, tratada con indiferencia— por críticos y espectadores por igual. El estudio, Wilde y [casi] todos los involucrados han convertido al filme en un plato de puro morbo y jaleo mediático. Qué poco digno de Victory, California.
NO TE PREOCUPES CARIÑO ya está en cines. Un estreno de Warner Bros. Pictures.
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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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