Tan estridente como hueca y predecible. BLACK ADAM de Jaume Collet-Serra carece de sorpresas y emociones perdurables. El filme intenta sostenerse del star power de Dwayne Johnson… y no le alcanza. ¿Entretiene? Sí, apenas, pero solo a punta de pirotecnia, porque BLACK ADAM es un blockbuster con poco corazón, oportunista (su discurso anticolonialista, aunque importante, está metido con calzador) y con una narración que avanza en neutral. La lujuria de CGI y la trama anquilosada son para Black Adam lo que la kryptonita para Superman.

En el ancestral reino de Kahndaq, un niño inicia una revolución contra el tirano en turno. Los inmortales deciden recompensarlo con poderes sin parangón, los cuales invoca al decir “¡Shazam!” Tras pasar cinco mil años en cautiverio, el otrora campeón es despertado de su tumba, pero ¿es un héroe o un villano? Ante la llegada de un mal terrible que amenazará con destruirlo todo, con su país a merced de una corporación ruín y con la Sociedad de la Justicia pisándole los talones, Black Adam deberá decidir de qué lado está.


Los incondicionales de Dwayne Johnson podrían, quizás, disfrutar de esta bacanal de acción inconsecuente. Dwayne hace de Dwayne, se repite a sí mismo, pero malhumorado y con superpoderes. Es más, la película ostenda la ideología del protagonista, su cosmovisión por encima de la del personaje de DC. Tal vez sean el Hawkman de Aldis Hodge y el Doctor Fate de Pierce Brosnan los personajes mejor logrados y mejor actuados, los más convincentes y memorables en una película que batalla para ser resultona.

Otra dosis tóxica es inyectada por el orgiástico uso del CGI. El irregular trabajo de efectos visuales ofrece algunas de las imágenes más falsas y “videojuegueras” del año. Porque, en efecto, la plástica de BLACK ADAM sería maravillosa en una consola de nueva generación, pero en el cine solo eleva el artificio de lo que estamos viendo. Yo no tengo nada contra las imágenes digitales excesivas mientras estén al servicio del relato y de la consolidación del universo del filme. Pero, en BLACK ADAM el abuso del CGI cancela la verosimilitud.


Dicho todo esto, ¿BLACK ADAM es la película game changer del cine de superhéroes que el estudio y el protagonista han clamado? Uy, no. Para nada. En todo caso, es la película que reafirma cómo ha ido desgastándose el género. Al mismo tiendo, nos ratifica la falta de liderazgo y cohesión narrativa que se vive en el DCEU, donde todos los relatos parecen ocurrencias (con excepción de los primeros filmes en solitario de la Mujer Maravilla y Aquaman).

Concluyo, pues, con una reflexión: hace unos días le comenté a alguien que yo no estaba de acuerdo con las palabras vertidas por Alan Moore, quien generalizaba al cine de superhéroes como una suerte de cáncer ideológico y hasta de adoctrinación fascistoide. Sigo sin estar del todo de acuerdo, pero sí admito que BLACK ADAM hace que me pregunte si en esta película se manifiestan varias de las acusaciones de Moore de cara al género. Y eso es algo muy triste.


BLACK ADAM es un estreno de Warner Bros. Pictures.

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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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