Dentro de la competencia de cortometraje documental del 20° Festival Internacional de Cine de Morelia encontramos LA EVALUACIÓN del escritor y periodista Diego Enrique Osorno. La pieza, atrapante y —duele decirlo— todavía pertiente, abora el tema de Ayotzinapa de manera singular: por un lado, el cineasta nos presenta las evaluaciones psicológicas de tres presuntos «sicarios» vinculados al caso, a la desaparición de los 43 estudiantes; al mismo tiempo, vemos al otrora procurador Jesús Murillo Karam revisando dichos videos y repasando la narrativa institucional.

LA EVALUACIÓN es una pieza sobre la búsqueda de la verdad y las construcciones institucionales. ¿Cuánto abona la verdad histórica a la verdad «verdad»? En todo caso, este trabajo audiovisual de investigación también es un recordatorio de que Ayotzinapa es una herida abierta en la historia contemporánea de México. ¿Supurará por siempre?

«La masacre de Tlatelolco en 1968 marcó a la sociedad mexicana de aquella época. y creo que los hechos de Ayotzinapa, ocurridos en 2014, son un acontecimiento muy similar en cuanto a su repercusión, como reflejo de una época dramática y crítica de nuestro país. Han pasado ocho años y no tenemos la verdad, ni justicia. Así que coincido en que Ayotzinapa es una ‘herida abierta’. Solo espero que no tengan que pasar 50 años —o como con Tlatelolco, que nunca hubo justicia— sin que se sepa la verdad», comenta Osorno.

En su documental, el realizador busca que el público tenga una nueva oportunidad de «evaluar» en media hora las investigaciones iniciales del caso para comprometerlo en esta búsqueda de la verdad y la justicia. «Este es un asunto que no solo debería importarle a los familiares», reflexiona el director. «Debe importarnos a todos como sociedad, debemos saber qué sucedió y se debe castigar a los responsables».

«Con el actual gobierno se abrió la posibilidad de revisar los hechos. Así nos topamos con unos videos de unas evaluaciones psicológicas que hacía la PGR a los detenidos del caso. Al verlas, notábamos cosas muy interesantes que sentí que era importante compartir en un documental», afirma Osorno. «Elegimos tres evaluaciones psicológicas, las de los tres atacantes principales contra los estudiantes según la verdad histórica. Lo que vemos es una verdad histórica que podría estar construida no solo a través de la tortura, sino también de la mentira descarada o de una representación.»

El material adquiere una dimensión aún más potente cuando el realizador coloca a Murillo Karam a ver ese material, filmándolo durante el visionado. «Yo pensé: ‘será imposible que no sienta la necesidad de hacer una evaluación propia, directa, de lo que ocurrió», relata.

Existe contraste entre la verdad institucional y la verdad social. El relato de las autoridades no encaja con el relato que, como sociedad, nos hemos ido construyendo a lo largo de los años a partir de otros documentales, del periodismo serio y, sobre todo, de la narrativa de los familiares: «Creo que ése es un buen punto: hay una verdad institucional que es la verdad histórica, pero hay una verdad social que es especulativa y, aún así, se siente más coherente. Revisando los materiales, se generó en mí una sensación de que estaba ante una verdad más auténtica, una verdad que igual penetra la verdad institucional —que es una mentira probada— que la verdad social, que está basada en nuestras trágicas experiencias previas con las autoridades que manipulan investigaciones cruciales. LA EVALUACIÓN entra ahí en medio, tratanto de ir a la verdad «verdad», como le pregunto a Murillo Karam en el documental».


Texto por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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