Sentirás “mariposas en el alma”
Por Arturo Garibay
Tras su estreno en festivales como Toronto y Newport Beach, finalmente llega al circuito mexicano la más reciente obra de la cineasta Claudia Sainte-Luce: AMOR Y MATEMÁTICAS. El filme es una comedia romántica con un twist, pues la realizadora le estampa su firma estilística y le saca sabiamente la vuelta al tono que hoy comparten todas las películas de ese género en el cine mexicano.
Billy es el otrora integrante de un grupo pop que gozó de gran fama años atrás. Ahora, está desempleado, acaba de ser papá y tiene una relación enmohecida con su esposa. A la casa de enfrente llegan unos nuevos vecinos y eso llevará a Billy a buscar revivir sus viejas glorias musicales.
De cara al estreno de AMOR Y MATEMÁTICAS en México como parte de la competencia oficial del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG 38), en TOPCINEMA charlamos con Sainte-Luce sobre este esperado e interesante largometraje.
A diferencia del resto de tu filmografía, el guion de AMOR Y MATEMÁTICAS no es tuyo, es un relato escrito por alguien más. ¿Qué encontraste en el texto que te atrapó y cómo decidiste cómo se iba a contar esta “comedia romántica” que sabe a “anti-comedia romántica”?
Mira, hay una cualidad casi “patética” en los personajes y eso me encanta. Yo me preguntaba: ¿cómo podemos hacer comedia con eso? Estos personajes viven en un mundo de casitas iguales, donde los colores de sus coches sólo cambian ligeramente entre sí, es un universo que me interesó un montón. Súmale que también hay una lucha entre la valentía y la cobardía en los dos personajes.
Otra cosa es que la guionista Adriana Pelusi estaba escribiendo esta historia justo cuando yo estaba escribiendo LOS INSÓLITOS PECES GATO. Ella era mi compañera en un taller con Paula Markovitch. Recuerdo cómo fue que Adriana luchó por levantar esta historia durante tanto tiempo. Años después pasó que, un buen día, me dijo que hiciéramos la peli y pues en friega levantamos todo. Fue bastante rápido, me dijo eso en octubre de 2020 y para 2021 ya estábamos filmando.
Esta es la historia de un hombre que en su juventud fue un ídolo de la música pop, pero cuya estrella se extinguió. ¿Qué tantas de tus filias pop están en la película? Porque hay quien solamente te ve como la “directora autora mexicana elevadísima”… pero yo sé que sí, que hay una Sainte-Luce poperísima.
Te voy a contestar con una canción: “Narana, pum, pum, Popocatepetl, Narana, nara, ye”. [Risas] Así nada más te lo contesto. Es más, también voy a citar a Microchips: “No somos números, uh uh oh oh”. ¿Te acuerdas? Con el gran Jay de la Cueva cuando era bebecito. ¿Qué te digo? [Risas].
Es que las canciones pop de AMOR Y MATEMÁTICAS tienen un perfil muy “mediados de los 90, principios de los 2000”, esa vibra me dan. Y funcionan increíble en el relato.
Así es… son una cosa muy Kairo, Tierra Cero, Ragazzi… la neta sí, sí, sí. Sucede que Adriana había escrito las letras de las canciones desde el guion. A mí todo me parecía tan logrado y con tanta claridad que dije: “a esto no le voy a cambiar ni una coma”. Sólo hice un pequeño cambio con el final de la historia, cosa que hablamos y ella estuvo de acuerdo. Pero, salvo eso, me dediqué a respetar el texto de la guionista.
Respecto al asunto del “cantante pop”, me acuerdo que empezamos muy enfocados en que el actor Roberto Quijano lograra muy bien el asunto de la interpretación, pero cuando lo oí cantar dije: “no, no, dejémoslo así, no le quiten los gallos, que suene mal, como si alguien que canta medio gacho estuviera amenizando en un restaurante y tú quisieras que se callara”. Al mismo tiempo, era importante que él nos diera interpretaciones apasionadas, que pudieras notar que estaba viviendo ese mundo de cantante pop. Eso quería, y creo que el equipo que se encargó de los arreglos me entendió muy bien.
¿Cómo fue la elección del casting?
Muchos nombres importantes del medio fílmico nacional hicieron casting para esta película, es neta. Pero me pasó que casi de inmediato me convenció Roberto porque hizo un gran casting. Muy, muy, muy bueno.
En cuanto a Diana Bovio, yo me obsesioné con ella. Todo empezó cuando la vi en MIRREYES CONTRA GODINEZ. La peli no me encantó, pero Diana… híjole… es que la vi y pensé: “esta chica tiene algo, un tono, un ritmo”. Pensé que alguien con un talento como el de ella podía hacer igual una comedia de pastelazo o de chistes fáciles, que una comedia más compleja o afrontar emociones más trabajadas. Luego a las personas como Diana las pueden llegar a encasillar, pero yo sí pensaba que ella podía hacer cualquier cosa, no sólo comedias estándar. Un actor siempre está probando personajes, por eso la elegí. Además, claro, de que Diana es “regia” y ese acento de Monterrey era algo que quería en la película.
Otra vez terminé de ver una película tuya con una muy grata sensación por el trabajo de cámara. Y, otra vez, ahí aparece el cinefotógrafo Carlos Correa. ¿Esa comunicación es telepática?
Yo conocí a Carlos en la escuela, él iba un año arriba que yo. Es decir, que lo conozco desde los 17 o 18 años. Y le conozco todas sus mañas… y él me conoce las mías. Eso es muy importante. Con él, no tengo que estar clavada en el asunto de “acomoda la cámara”. Él me da el tiempo para irme con los actores a trabajar, ya sabe estéticamente lo que quiero.
La película está filmada de una forma muy particular, y él me agarró el rollo “luego luego”. La cámara graba cada escena de izquierda a derecha, como se lee un cómic y como si fuera un plano secuencia. Así es todo el rollo de “Billy, ¿qué te pasó?”, pero cuando aparece Moni en el relato, este cómic se lee al revés, porque los personajes quieren regresar a un momento del pasado. Y, bueno, este trip que puede parecer producto de un ácido [risas] es algo que Carlos Correa me lo entiende de volada y sin decir que estoy loca [risas].
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Crítica por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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