★ ★ | Por Arturo Garibay

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Jason Statham ya le ganó en las vencidas a un tiburón gigante… y ahora pretende repetir la hazaña ¡frente a tres tiburonzotes! Así es MEGALODÓN 2: EL GRAN ABISMO, una película de hipérboles y sinsentidos de la cual no esperamos nada más que diversión. ¿Es eso lo que recibimos?

Jonas Taylor (Statham) se embarca en una aventura peligrosa cuando hay que realizar una exploración submarina en un territorio lleno de criaturas desconocidas para el ser humano. Cuando un grupo de codiciosos humanos hacen estallar el subsuelo marítimo para explotar sus recursos naturales, se libera la hecatombe.

MEGALODÓN 2: EL GRAN ABISMO tiene un aburrido planteamiento distendido en el fondo del mar que dura media película. Esa parte ni es interesante ni está bien lograda. La verdadera diversión empieza en la playa: los últimos 45 minutos de la película son puro juego, locura y exceso. ¡Justo lo que tendría que ser un película de tiburones gigantes! Dicho de otro modo, la peli fracasa cuando intenta ser un thriller sci-fi submarino que reflexiona sobre el cuidado del medio ambiente, pero brilla cuando abraza el lado más chabacano de su genética kaiju y comienza a comportarse como un creature feature hecho y derecho. MEGALODÓN 2: EL GRAN ABISMO es un ceviche campechano… pero no de los más buenos.

¿Cuánta libertad creativa tuvo el director Ben Wheatley? No dejo de pensar al respecto, porque le hemos visto cosas bien interesantes en el terreno del cine de género independiente. ¿Qué tanto afectó —o benefició— al filme la coproducción china? También me lo pregunto, porque parece una cinta de identidad parchada, que pretende servir a dos idiosincrasias fílmicas (la occidental y la oriental) sin realmente sacarle provecho al 100% a ninguna de sus dos caras.

En fin, mi consejo es que durante la primera mitad de la peli te entretengas con el tamaño más grande de palomitas y refresco que puedas comprar, para que durante la parte final te entregues a la fiesta “megalodónica” sin ningún reparo.

Jason Statham has already defeated a giant shark… and now he intends to repeat the feat against three huge sharks! That’s right, welcome to MEG 2: THE TRENCH, a movie of hyperboles and nonsense from which we don’t expect anything other than fun. Is that what we get?

Jonas Taylor (Statham) embarks on a dangerous adventure when a deep-sea exploration is required in a territory full of unknown creatures to humans. When a group of greedy humans detonate the seabed to exploit its natural resources, chaos ensues.

MEG 2: THE TRENCH has a boring and stretched-out setup in the depths of the sea that lasts half the movie. That part is neither interesting nor well executed. The real fun begins on the beach: the last 45 minutes of the film are pure play, madness, and excess. Exactly what a movie about giant sharks should be! In other words, the film fails when it tries to be a sci-fi underwater thriller that reflects on environmental care, but it shines when it embraces the more kitschy side of its kaiju genetics and starts behaving like a full-fledged creature feature.

How much creative freedom did director Ben Wheatley have? I can’t help but wonder, as we’ve seen some very interesting things from him in the realm of independent genre films. How much did the Chinese co-production affect —or benefit— the film? I also wonder about that, as it seems like a movie with a patched identity, trying to serve two filmic idiosyncrasies (Western and Eastern) without really fully embracing either one.

In the end, my advice is to enjoy the first half of the movie with the largest popcorn and soda you can buy, so that during the final part, you can fully surrender to the “megalodonic” party without any hesitation.


Texto por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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