★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

No es ningún secreto que me encantan las películas de vampiros. Y me emociona mucho decir que caí redondito ante los encantos predatorios de DRÁCULA: MAR DE SANGRE de André Øvredal. El director de TROLL HUNTER y LA MORGUE nos invita a navegar los mares del terror de pecera: ese tipo de películas —en la tradición de ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO— en las que no hay para dónde escapar, tú y el monstruo comparten el mismo espacio físico, el mismo encierro, pero no el mismo destino: uno debe ser la presa y el otro el depredador. Øvredal se regodea jugando al gato y al ratón… o, mejor dicho, al vampiro y al humano.

Basada en la “bitácora del Capitán” de la novela DRÁCULA de Bram Stoker, la cinta también triunfa al ofrecernos una adaptación de un momento poco explorado del relato clásico; en ese territorio, Øvredal no se limita a explorar la anécdota literaria, sino también las herencias cinematográficas del personaje. El Drácula de MAR DE SANGRE es, perdón por la redundancia, muy “draculiano”, pero también un Nosferatu en toda norma. El cineasta noruego le pone su firma a la película, sin dejar de hacer reverencias ante toda una tradición vampírica: en el filme hay tierra en ataúdes, ratas, animales muertos, ghouls, folclor… para mi gusto, sólo le falta lujuria concupiscente, pero su carencia no lacera el producto final porque el apetito feroz del vampiro la sustituye.

Corey Hawkins hace el papel del doctor Clemens, un hombre educado, varado en la Europa Oriental y que busca una forma de volver a Londres. Así, termina siendo reclutado como parte de la tripulación del Demeter, un barco que realizará un largo viaje para llevar un cargamento desde Transilvania hasta la capital inglesa. Lo que ignora es que la carga que llevan es mortal: el mismísimo Drácula saldrá por las noches a alimentarse de los marineros.

Filmada con estupendo pulso y mucha elegancia, DRÁCULA: MAR DE SANGRE es una experiencia de voracidad y fatalidad inevitable, un festín de muerte en alta mar, un retrato de la maldad incomprensible que encontramos a veces en este mundo. Noté en el cine que algunas personas resintieron el primer acto. A mí me magnetizó desde el principio, pero entiendo que a esa primera media hora puede faltarle “acción” (que no relato). Lo que puedo asegurarte es que MAR DE SANGRE es una experiencia in crescendo, un camino cuesta arriba que, al llegar a la cúspide, te clavará sus colmillos.

P.D. Ve la película en un cine donde sí tengan proyección láser: es una película muy obscura, así que entre mejor sea el proyector de la sala, tu experiencia será más satisfactoria, con buen contraste, brillo y profundidad en los negros.


Texto por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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