★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay

Me encanta la sensación de llegar a una película esperando “nada” pero recibiéndolo “todo”. Así me acaba de ocurrir con DESASTRE: 500 METROS BAJO TIERRA (Singkeuhol) de Ji-hoon Kim, una pieza de Corea del Sur que, sin ningún pudor, nos entrega una mezcla dura y deliciosamente caótica de comedia y cine de catástrofe. El resultado es hiperbólico e hilarante.

Un hombre acaba de mudarse a su nuevo departamento junto con su esposa e hijo. Comprar el lugar ha representado mucho sacrificio, ahora no tienen ni un centavo, pero sí un techo propio. Pero el sueño del hogar feliz está por venirse abajo… literalmente. Tras una serie de lluvias torrenciales, un socavón se abrirá bajo el edificio de departamentos, el cual caerá al subsuelo poniendo a nuestro protagonista en peligro mortal.

Lo que hace especial a 500 METROS BAJO TIERRA es que el realizador no se conforma con recetarnos una película de catástrofe llana y directa; por el contrario, se toma su tiempo para mostrarnos la dinámica familiar del protagonista, su entorno laboral y su excéntrica relación con sus nuevos vecinos. Para ello, diseña un entramado cómico rebosante de sinsentidos y totalmente over the top. No importa si se trata de exprimirle comedia o fatalidad a la película, todo es desmesurado. Y, por ello, encantador.

El filme, que formó parte de la selección oficial del Festival de Locarno, se constituye así como una grata y alocada sorpresa en la que todo, absolutamente todo, se vale. Esta pieza sobre la adversidad y el cambio de fortuna es entretenidísima; además, da fe que las ligas creativas de los géneros pueden estirarse sin reventarse siempre que se tenga claridad de ideas y muchas ganas de hacer que el público se divierta nomás porque sí. ¡Risas, llantos y tensión! De todo encontrarás en esta misión de rescate a contrarreloj.


Texto por Arturo Garibay para TOPCINEMA
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