★ ★ ★ ½
Por Arturo Garibay

En el cine de horror, solo hay una cosa que me aterra más que los ‘chamucos’, las posesiones, los virus apocalípticos, las brujerías o los asesinos psicópatas ‘slasherianos’: el comportamiento humano. Basta solo un chasquido en el cerebro, un corto circuito emocional, para que todo se vaya al garete. Y sucede que LA CABAÑA SINIESTRA se apega a mis peores horrores.

Dirigida por los austriacos VERONIKA FRANZ y SEVERIN FIALA, quienes ya vieron su pieza viajar por los festivales de Sundance y Sitges, LA CABAÑA SINIESTRA es una cinta en la que sus realizadores le sacan la vuelta al jump scare convencional. Saben que no es lo que su trama necesita. Aunque es una película zurcida al modo del horror americano (al menos en el empaque, con sus tropos y manías, con aspiraciones globales), es obvio que su genealogía está del otro lado de los océanos

RILEY KEOUGH hace el papel de una mujer, hija de un cultista finado, que desea casarse con el hombre que ama. Entre ambos se interponen las tragedias familiares de cada bando y algo todavía más importante: los hijos del novio (RICHARD ARMITAGE), una niña y un adolescente engrapados a la madre (ALICIA SILVERSTONE). Es así que a nuestra pareja protagónica se le ocurre (aquí se hace presente el canon) que pasar las vacaciones en una cabaña nevada, completamente aislada de la civilización, es una gran idea.

LA CABAÑA SINIESTRA nos expone a tres personajes en el encierro. Sus comportamientos guardan a veces desgano, a veces perversidad, a veces malicia, a veces celos, a veces soledad, a veces locura. Y, a veces, la incertidumbre de lo sobrenatural (encausado por la fe) en lucha constante contra lo terrenal. ¿La semilla? En las herencias del padre y la madre, en una suerte de transmisión vertical descendente.

La historia, parsimoniosa como es, busca otra cosa distinta al miedo: más bien un desasosiego, que la película sepa a incertidumbre.

¿Lo que hacen los padres se convierte en el caldo de cultivo de las pesadillas de los hijos? Cuando alguien que amamos (o de quien dependemos) hace algo malo, ¿cómo gestionamos la culpa ajena? ¿Se vuelve una culpa propia? ¿Cuánto cabe de nuestro comportamiento, de nuestros deseos, de nuestras angustias o de nuestras catarsis en los juegos que jugamos? Son preguntas que creo, en mayor o menor medida, están en la película. No digo más porque todo puede ser un spoiler.

Con un diseño sonoro puntual y una fotografía bien resuelta en un contexto complicado (filmar en la nieve puede ser infernal), LA CABAÑA SINIESTRA es una cinta bastante competente. A diferencia de otros, no la encumbraré a la altura de nuevo clásico. El filme tiene momentos que se distienden justo hasta ese límite en el que la audiencia puede llegar a desprenderse. Me consta porque de pronto la gente empezaba a platicar en la sala con ese susurro suave que empieza a suceder solo cuando el relato ha dejado que las miradas se desenganchen. Afortunadamente, esos baches son pocos, pronto el espectador vuelve a esa gélida cabaña donde la culpa, el arrepentimiento y la redención pasan las noches.


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Un estreno de Cine Caníbal. En cines desde el 6 de diciembre de 2019.