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La franquicia de El Rey León sacude su melena con el estreno de Mufasa, una película con musculatura taquillera y sus correspondientes asegunes fílmicos. La pieza es entretenida, sí, se lo concedo, y hasta por momentos conmovedora; sin embargo, también peca de artificiosa por aquí y por allá. Al igual que en la versión «pseudo live-action» de 2019, ni todo ruge ni todo fluye. A Mufasa se le notan las costuras estéticas, argumentales y musicales.

Eso sí, creo que es mejor que la cinta de hace cinco años, y eso se debe a una sencilla razón: no rehace de manera innecesaria un clasicazo —la película de 1994— sino que intenta contarnos una historia nueva, que involucra a personajes que hemos aprendido a querer y que, por tanto, nos importan.

Visualmente, la película es apantalladora, que no asombrosa. Pasa que la «animación fotorrealista» como la de Mufasa, aunque laboriosa y espectacular, sigue sintiéndose abigarrada e inverosímil. El hecho de que sea tan evidente que todo es un gran «efecto especial» hace que haya un abismo estético infranqueable.

Lo mismo aplica con la identidad musical de la película: no fluye con naturalidad, es un camino empedrado de principio a fin, pues una cosa es ver a un dibujo romper garganta con todos sus bemoles y sostenidos, y otra muy diferente es pretender que eso sucede con animales dizque reales. No fluye. Y, además, bien podría ser el cancionero más flojo de Lin-Manuel Miranda a la fecha. Destacaría, en todo caso, las pegadizas «Tell Me It’s You», «I Always Wanted a Brother» y, quizás, «We Go Together».

 

En lo dramático, yo sí resentí cómo el arco narrativo de Taka se afloja en la segunda mitad de la película. Los lugares comunes debilitan la construcción de uno de los villanos más icónicos del cine animado de los últimos 30 años. Aunque aprecio (me encanta) que la película explore conceptos como la coexistencia o el mundo como un espacio compartido y de responsabilidad común, la trama se fía tanto de clichés que se vuelve predecible desde el primer nudo argumental.

Bordada como precuela y secuela al unísono —lo cual es interesante pues Jenkins consigue que la película juegue a dos bandas de manera congruente aunque imperfecta—, Mufasa cuenta la historia del personaje titular y cómo es que cruza caminos con su «hermano» Taka. Al mismo tiempo, nos reconecta con Simba, Nala, Timón, Pumba y Rafiki. El paquete está armado para interesar en igual medida a los viejos y nuevos espectadores. La forma correcta de disfrutarla en pensándola como una película de franquicia, una cinta comercial; y entendiendo que la única obra maestra de esta mitología sigue siendo la peli de 1994.


MUFASA es un estreno de Disney, ya en cines.