Hay películas que se instalan en la cabeza del espectador desde la primera escena y no lo sueltan. LA QUINTA, dirigida por la argentina Silvina Schnicer, es una de ellas. Exhibida dentro de la competencia iberoamericana del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) 40, la cinta provocó ovaciones, debate y una sensación compartida de desasosiego e hipnosis.
“La Quinta es casi como una bomba atómica”, afirma sin rodeos el productor Juan Ignacio Sabatini, quien desde Chile aportó a este largometraje coproducido con Argentina. “Es una película difícil de clasificar. Es un coming of age, sí, pero también tiene ribetes de thriller, incluso coquetea con el terror. Y, claro, es también un drama familiar. Esa mezcla es parte de su gran poder”.
Un guion que atrapó desde la pandemia
El proyecto llegó a las manos de Sabatini en plena pandemia, a través de sus colaboradoras en Brava Cine. La lectura del guion lo descolocó: “Desde la primera página te agarraba y no te dejaba tranquilo hasta el final. Era un viaje de emociones, tensión y oscuridad que te pedía formar parte de él”.
Así comenzó el trabajo de coproducción entre Argentina, Brasil, Chile y España, con cada país aportando recursos y esfuerzos para sacar adelante esta cinta que pone en el centro a una familia que busca refugio en su casa de campo durante las vacaciones, solo para encontrar que el paraíso vacacional ha sido invadido… no solo por extraños, sino también por la violencia larvada de sus propios hijos.
La sinopsis lo dice todo: “Rudi y Silvia, con sus hijos Martín, Federico y Silvina, escapan de la ciudad para pasar las vacaciones de invierno en su quinta. Como cada año, los niños corren a jugar en la pileta vacía. Pero esta vez, Rudi entra a la casa y huele algo nauseabundo. La casa fue ocupada. Mientras culpa al casero y trata de echarlo, un secreto oscuro emerge: los niños hicieron algo horrible. Ahora la familia debe decidir. Nadie quiere mirar hacia abajo”.
Niños, familia y lo monstruoso
Para Sabatini, uno de los grandes aciertos del filme está en la dirección actoral que Schnicer logra con sus jóvenes protagonistas. “Silvina tiene un método muy particular y un ojo clínico para trabajar con niños y adolescentes. Su capacidad de generar verdad en pantalla es notable y fue uno de los motivos principales por los que nos entusiasmamos en sumarnos al proyecto”.
La cinta funciona también como un espejo social: el miedo al otro, el clasismo, el deseo de silenciar lo incómodo para mantener la paz aparente. En La Quinta, los adultos se obsesionan con lo superficial mientras lo verdaderamente perturbador habita entre los suyos.
Guadalajara: una proyección estratégica
Sabatini no oculta su entusiasmo por haber presentado la película en el FICG 40. “Guadalajara era un objetivo. No solo por el prestigio del festival, sino por su público, que es culto, sensible y muy cinéfilo. Estar en la Cineteca de Guadalajara, con proyecciones a sala llena, fue un privilegio”, comenta.
La recepción de La Quinta en México fue, según el productor, uno de los momentos más gratificantes del recorrido del filme hasta ahora. “Poder cruzar impresiones con el público mexicano, sentir su reacción ante cada giro de la historia, es invaluable. Es un público que no se conforma con lo evidente, que exige y agradece cuando una película lo reta”.
La incomodidad como virtud
La Quinta es una obra que rehúye etiquetas. Su fuerza está en la tensión constante, en las actuaciones contenidas y en el retrato implacable de una familia quebrada, aunque en apariencia funcione como cualquier otra. “Es una película sobre decisiones que nadie quiere tomar, sobre el miedo a asumir lo que somos capaces de hacer o permitir”, concluye Sabatini.
La cinta ya ha pasado por festivales como Mar del Plata y Marrakech. Ahora, esperamos que siga buscando la mirada de más espectadores. Lo que es seguro es que La Quinta no deja indiferente a nadie. Como sus propios personajes, el espectador también se ve enfrentado a una elección: mirar hacia abajo… o seguir fingiendo que nada ha pasado.