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Por Arturo Garibay

El cine ruso quiere industrializarse. Una vez más recibimos una película delineada con la plantilla de los blockbusters y con la cual la industria rusa busca replicar las fórmulas, formas y fondos del cine de Hollywood: ABIGAIL: CIUDAD FANTÁSTICA.

Esta es una historia de fantasía y ciencia ficción que, si hiciéramos un checklist, tendría palomeados varios de los puntos que, supuestamente, hacen de una película un producto masivo, de consumo comercial, de exportación. Algo así como las fórmulas del ya desmodado high concept. Estamos hablando de un cine que, desde la óptica de las oficinas de marketing, habría de apelar a los gustos e intereses del gran público cuando se trata de registrar venta de boletos en taquilla.

ABIGAIL: CIUDAD FANTÁSTICA cuenta la historia de una chica que fue desprendida de su padre cuando era pequeña. Pronto descubre una verdad relacionada con la desaparición paterna: en la ciudad en donde vive se dice que supuestamente hay una grave epidemia, pero en realidad podría estar sucediendo algo mágico que las autoridades intentan encubrir a toda costa.

En años recientes, los rusos estrenaron en salas mexicanas películas de corte comercial (y resultados más bien decepcionantes en lo narrativo) como la cinta de superhéroes GUARDIANES, la de invasión alienígena ATTRACTION o la de horror LA SIRENA. Grandes conceptos con ejecuciones irregulares. Si bien las razones de los rusos para emular las fórmulas de Hollywood son tema de un texto a parte, creo que ABIGAIL: CIUDAD FANTÁSTICA forma parte de este club en la medida que intenta replicar los modos de la fantasía comercial. Lo malo es que se pasa y termina siendo zurcida con los peores y más chocantes clichés, la mayoría de los cuales se manifiestan en los diálogos.

Eso sí, en ABIGAIL: CIUDAD FANTÁSTICA el cine ruso alcanza a dar un paso más hacia adelante, y se encuentra cada vez más cerca de facturar eso que está buscando: un producto rotundo de cine comercial para ser visto en todas las latitudes.

Apelando a la estética steampunk, uno de los estilos más cautivantes dentro de la ficción especulativa y uno de los bastardos más lindos de la ciencia ficción: híbrido donde la sci-fi se roza con el cine de época, donde los anacronismos, las máquinas de vapor y los desplantes ‘retrofuturistas’ están a la orden del día. En este caso en particular, también entra en juego un elemento mágico.

Si la película falla en sus diálogos y en sus acartonadas actuaciones (excepto por el intachable Eddie Marsan, preciso en cada escena), hay algo en lo que sí atina: su dirección de arte es el gran acierto de esta producción, pues favorece la creación de un universo fantástico consistente dentro de su propia mitología, muy steampunk. En ese sentido, se nota que todo el esfuerzo, todos los recursos y toda la apuesta de la cinta se le dio sin miramientos al diseño de producción, a la parte plástica, a los vestuarios y escenarios, descuidando todo lo demás.

En fin, seguimos recibiendo películas rusas que van de lo “palomero” para abajo. De verdad queremos ver un ‘blockbuster’ de cuna moscovita que sea espectacular y memorable, cosa que no nos ha pasado desde los GUARDIANES DE LA NOCHE de Bekmambetov. Y de eso hace ya quince años.