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Por Arturo Garibay

Música, glamour y fama (The High Note, 2020) es la nueva película de Nisha Ganatra, directora de una de mis comedias favoritas del año pasado: Ellas mandan (Late Night, 2019). La cineasta canadiense regresa a las salas con otra historia rebosante de girl power, de música pop y hasta con su dosis de cursilería.

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Dakota Johnson hace el papel de Maggie, una joven que trabaja como asistente personal de una súper estrella consagrada del pop, Grace Davis (interpretada con mucha presencia por Tracee Ellis Ross). Sin embargo, el verdadero sueño de Maggie va más allá de poder atender a su gran ídolo musical: lo que ella en verdad desea es convertirse en productora. En su trayecto rumbo a cumplir —o perder— su sueño conoce a David Cliff, un joven con una voz fantástica.

Lo primero que diría es que Música, glamour y fama es una película de fuga, de esas que sirven para desconectarse de la realidad, para enviarse por un par de horas. Es una película incluso ingenua. La cinta realiza un retrato casi pueril de la industria de la música, increíblemente inocente e irreal. Ganatra juega con elementos muy auténticos del negocio del estrellato a los que sumerge en lo ilusorio, casi telenovelesco. En vez de resultar chocante, el logro de la realizadora está en aterrizar eso en una película ligera, simpática y que, aunque sea por unos instantes, puede llevarte a pensar «mira, los sueños pueden volverse realidad».

Otro aspecto interesante de Música, glamour y fama es su discurso sobre el papel de la mujer dentro de una industria salvaje. Sí, es cierto, en la película no se muestra con la justa ferocidad cómo se comporta el entorno musical con las mujeres. Estamos hablando de un negocio que solo ha permitido que un puñado de mujeres alcancen la cima de las listas de popularidad cuando ya han rebasado los 40 años de edad. Esas estrellas son Tina Turner, Aretha Franklin, Mariah Carey, Madonna, Sia, Cher y Bette Midler. Efectivamente, solo siete mujeres de más de 40 años han sido #1 en una industria que está por cumplir 100 años de vida desde la fundación de los primeros sellos discográficos. La industria considera caducas a las más grandes intérpretes después de cierta edad… y eso es un horror que la película consigue compartir con el público dentro de su candor.


Mención a parte merece la melomanía que la guionista debutante Flora Greeson consigue impregnarle al relato y sus personajes. Maggie es una amante total de la música pop. La identidad del personaje se construye ante el espectador en buena medida gracias a los artistas a los que hace referencia a lo largo de la cinta: la ya citada Aretha Franklin, Otis Redding, Sam Cooke, los Beach Boys y hasta las TLC.

Evidentemente, la música juega un papel crucial dentro del filme. En la banda sonora hay una mezcla de deliciosos clásicos y canciones nuevas, grabadas especialmente para la película. A mí en lo particular me gustaron las canciones del personaje de David, a quien llevan por una ruta musical muy en la onda de Leon Bridges, aunque con más liviandad.

Música, glamour y fama es una película menor, palomera en el buen sentido, casi frívola si se le compara con Ellas mandan, que sigue siendo la pieza audiovisual más contundente de Nisha Ganatra, una cosa de verdad encantadora y rotunda cuando se trata de retratar los retos y sinsabores de las mujeres en la industria del entretenimiento. Sin embargo, da gusto ver que Ganatra sigue apostando por las temáticas de visibilidad, que tiene ganas de seguir articulando un discurso tan necesario.

Endulcorada o no, Música, glamour y fama tiene esos elementos que la pueden llevar a ser calificada con etiquetas como «crowd-pleaser» y «feel good movie«. Porque, sí, complace al gran público y lo hace sentir bien al encenderse las luces de la sala de cine.