★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay
La imaginación del cineasta británico Christopher Nolan explota con lujosa estridencia en Tenet. La película es un espectáculo de acción incesante y un auténtico lujo dentro del cine de gran formato. Verla en IMAX realmente potencia la experiencia. Se le notan sus más de $200 millones de dólares por todos lados.
Tan laberíntica como inventiva, Tenet se ciñe al grandilocuente estilo que Nolan ha desarrollado en su filmografía a lo largo de la última década. Puede que no haya firmado la mejor película de su carrera, pero al menos nos ha dado un recordatorio de que no es lo mismo «estrimear» una película en tu compu, celular o televisión que verla en la pantalla grande. No, ésta no es una experiencia para el streaming. Es una película de pantallota y eso es incontestable.
Tenet cuenta la historia de un agente sin nombre y altamente entrenado, interpretado con mucha convicción por John David Washington en un papel que, como el de El infiltrado del KKKlan, podría quedársele pegado para siempre. Su protagónico es el de un héroe de acción rotundo, muy clásico y kinésico.
Pues bien, este hombre se emplaza en una misión que parece tener como objetivo detener la Tercera Guerra Mundial. Y es justo aquí donde se vuelve muy prudente dejar de dar detalles sobre la historia. Sin embargo, por el tráiler ya debes saber que estás por entrar en un mundo de ciencia ficción «terrenal» en el que alguien parece estar experimentando con la «inversión» temporal: es decir, la corrupción de la linealidad del tiempo que permite que ciertas cosas funcionen a la inversa. Sí, un rollo.
La trama de Tenet, hay que reconocerlo, es particularmente intrincada, demanda la atención total e indivisible del espectador. Por momentos incluso se vuelve impenetrable, pero eso no demerita el factor espectáculo de la película. Como pasa por momentos con Interestelar (también de Nolan), la trama prosigue su trayecto como una bala mientras que tema y narrativa van hilvanando una madeja sinuosa que, puede pasar, podría no ser digerida durante el primer visionado.
Dicho esto, en Tenet te la pasas la mar de entretenido, pero cuando las luces se encienden que no te extrañe si te preguntas a ti mismo (en silencio, claro, para no verte mal) qué carajos fue lo que viste y qué es lo que acaba de pasar. Es natural preguntarse si las piezas del rombecabezas encajan. Al momento de escribir este texto todavía repaso la película en mi cabeza para ver si hay huecos argumentales en el guion o si simplemente hubo cosas que, entre tanta información, se me fueron de largo.
Un atributo intachable de Tenet es su elenco: Nolan echa mano de Washington y Robert Pattinson para crear el epicentro de la película. Los actores están rodeados de un reparto increíblemente competente, que juega el juego de Nolan y entrega intercaladamente actuaciones de textura o de caricatura según lo va demandando la trama. Un deleite. Aunque, claro, no se puede esperar menos de nombres como Kenneth Branagh o Michael Caine, además de una Elizabeth Debicki que se va convirtiendo en una de mis «robaescenas» favorita.
Como suele suceder en el cine de Nolan, la cámara juega un papel sustantivo no solo en la medida en que hace posible el film, sino que es la quarterback de todo el numerito. Nuevamente, Nolan ha hecho equipo con la lente de Hoyte Van Hoytema, con quien hizo Dunkerque e Interestelar. El cinefotógrafo suizo ha consolidado ya una carrera como un experto en crear experiencias de fotografía-espectáculo, y Tenet no es la excepción.
Otro aspecto interesante que está enquistado en el guion y en la narrativa tiene que ver con las capas argumentales de la cinta. En Inception: El Origen, por ejemplo, Nolan jugaba con el sueño y la realidad o la abstracción y concreción de las ideas; en Dunkerque, la narrativa se dividía por elementos: tierra, aire y agua. En Memento ocurre lo mismo con el olvido y el recuerdo porque el eje es la memoria. Viene bien que sepas que en Tenet vas a encontrar algo así, pero con el concepto del tiempo.
A final de cuentas, no sería raro que sientas que Tenet es absurda. Que es puro sinsentido. Pero Nolan le ha inyectado a toda su locura muchísimos esteroides. La musculatura de Tenet la convierte un deleite del «cine espectáculo«. Si le reprochas a la trama su densidad y sus desplantes creativos ininteligibles, no estarías haciendo mal. Tenet corre el riesgo de dejarte el sabor de lo implausible en la boca. La película es como un circo de dos pistas: en uno tenemos una aventura de espionaje consistente y por la otra tenemos ciencia ficción caprichosa y autoral.
Una cosa más: Tenet tampoco es la película de Nolan que genere la mejor relación con el público en términos de compromiso durante la proyección. Si sientes que la película te suelta en un par de momentos (aislados, para muchos imperceptibles), no te espantes. Hay algo ahí que de pronto se desarticula, ¿quizás por la duración de la peli? Quién sabe. Pero tampoco es un daño mayor.
Tenet es una película que te encumbra o te sepulta como espectador. No hay más. Ah, pero qué espectáculo tan estridente. Por sus dimensiones, es una muy, muy buena manera de regresar al cine.